Durante los años que duró la guerra, Las Rozas fue un pueblo ubicado en primera línea de fuego y ocupado militarmente, lo que ocasionó una enorme devastación en la mayoría de sus calles y edificios.
Concluida la contienda, el organismo Regiones Devastadas se encargó de su reconstrucción, pero antes de poder iniciar cualquier actuación importante fue necesario desescombrar y tratar de facilitar alojamiento a los vecinos que, poco a poco, iban regresando al pueblo y se encontraban con lo que habían sido sus viviendas en un estado ruinoso. Para ello, se habilitaron de la mejor manera posible los edificios que habían sufrido menos daños, pero que, aun conviviendo en ellos varias familias a la vez, pronto resultaron insuficientes. Ello obligó a muchos roceños a instalarse en las mismas posiciones en las que habían vivido los soldados durante la contienda (trincheras, refugios, chabolas y casas semiderruidas), cuyas condiciones de habitabilidad dejaban mucho que desear.
Por tanto, una de las prioridades de cara a la reconstrucción fueron las actuaciones en materia de vivienda, que desde pronto se proyectaron en diferentes puntos del pueblo. De todas ellas, la más importante y significativa fue la que acabaría conociéndose como el Barrio de Regiones, llamado así, precisamente, como abreviación del organismo que lo construyó.
Aunque el proyecto inicial era mucho más ambicioso, ya que planteaba prolongar las manzanas de viviendas por lo que hoy son las calles San Martín, Quicos y, girando por detrás de la Plaza Mayor, continuar en paralelo a la calle Real hasta más allá de la Cuesta de San Francisco, las difíciles circunstancias del momento (especialmente las económicas), limitaron esta actuación al espacio comprendido entre las actuales Ronda de la Plazuela, Avenida de la Constitución, calle de la Fuente y Avenida de los Toreros.
Originariamente, el Barrio de Regiones estaba formado por seis manzanas longitudinales (delimitadas por las calles Fuente, Escorial, Ebro y Avda. de la Constitución), que a su vez quedaban divididas en dos bloques iguales por la calle Iglesia de San Miguel, que las atravesaba transversalmente.
En total, el barrio constaba de 90 casas, 84 para jornaleros y 6 para artesanos. Las viviendas de jornaleros disponían de cocina-comedor, despensa, cuarto de aseo y tres dormitorios, además de un patio con dependencias accesorias como cuadra, cobertizo, granero, gallinero y cochiquera. Un zaguán, compartido por dos viviendas, daba entrada de forma independiente a estas y a los patios. Las casas para artesanos eran algo más amplias y contaban además con un local para taller, al que se accedía también de forma independiente por el zaguán.
Durante décadas, el Barrio de Regiones, con sus calles geométricamente estructuradas, sus casas pareadas de una planta, con entrada a través de zaguanes de tímpanos triangulares, portones de madera, patios, muros blancos y aires típicos de la Castilla rural, se mantuvo como una unidad urbana relevante y significativa dentro del casco histórico de Las Rozas, aportando originalidad e identidad al pueblo.
Hoy en día, el conjunto se encuentra totalmente transformado y desvirtuado respecto a su aspecto original, con muy pocas casas de época -algunas en mal estado de conservación-, sustituidas la mayoría de ellas por monótonos bloques de pisos, con poco o ningún equilibrio estético y arquitectónico, al menos, si lo comparamos con lo que Regiones Devastadas proyectó en su día.
En esta fotografía, realizada desde la calle Iglesia de San Miguel en 1942, aparece un Barrio de Regiones prácticamente finalizado, aunque los tejados de algunas casas aun carecen de tejas. Al fondo, vemos la iglesia recién restaurada, pero todavía sin los jardines y accesos aterrazados que Regiones Devastadas construiría poco después en la loma sobre la que se asienta el templo.
Javier M. Calvo Martínez
(Procedencia de la fotografía histórica: archivo personal de J. M. Calvo)
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