martes, 3 de diciembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (VII): La Granja-Escuela San Isidro y el Colegio Público Virgen del Retamar

 

Es posible que algunas roceñas, y vecinas de otros municipios cercanos, que viviesen su adolescencia y juventud entre los años 40 y 60 del siglo pasado, recuerden todavía los cursos de formación que en aquellos tiempos se ofrecían en esta granja-escuela para las “jóvenes muchachas del mundo rural” con el objetivo, según podía leerse textualmente en documentos de la época, “de instruir a la mujer, proporcionándole las enseñanzas teórico-prácticas de las industrias agropecuarias (…) para contribuir al bienestar de la familia campesina”, además de recibir otras materias consideradas complementarias, como religión, formación política, cultura general o higiene y puericultura.

El edificio, situado entre las actuales calle Real y Avda. de La Coruña, fue construido por Regiones Devastadas, y se inauguró en 1943 con el nombre de Granja-escuela San Isidro.

Consistía en un conjunto arquitectónico compuesto por tres elementos: la granja y escuela propiamente dichas, y una vivienda para la directora y profesoras del centro, todo ello dispuesto alrededor de un gran patio.

Las instalaciones de la granja constaban de gallinero, conejera, porqueriza y aprisco. También disponía de una huerta estructurada en bancales orientados hacia la calle Real. La vivienda disponía de tres dormitorios, cocina-comedor y baño. La escuela quedaba configurada por un cuarto de estar, una cocina y aulas para impartir clases teóricas y otras formaciones, como higiene, convivencia, baile, canto, etc.

El conjunto tenía las características estéticas y tipológicas propias de Regiones Devastadas, con un estilo regionalista y pseudopopular en el que se mezclaban influencias de la arquitectura tradicional manchega con otras de aires andaluces, destacando elementos como los porches y atrios con arcos de medio punto, un ábside semicilíndrico, o un pequeño torreón.

Este edificio fue adquirido por el Ayuntamiento a finales de los años 70, convirtiéndose en el colegio público Virgen del Retamar, en el que muchos roceños estudiaron la EGB hasta que, en los años 90, fue demolido para levantar el actual CEIP Siglo XXI.

Sin duda, el viejo edificio debía ofrecer entonces grandes limitaciones para poder desarrollar adecuadamente sus funciones educativas, pero, irremediablemente, no podemos dejar de preguntarnos si no habría sido posible desarrollar un proyecto constructivo que permitiese mantener, al menos, alguno de los elementos más significativos de la antigua granja-escuela, de manera que no se perdiese por completo uno de los edificios más singulares del pueblo, el cual, además, formaba parte de la memoria colectiva de varias generaciones de roceños y roceñas, que habían pasado en él buena parte de sus etapas educativas de infancia y juventud.

En la fotografía, realizada en 1943, aparece la fachada principal de la granja-escuela San Isidro, que se situaba en la actual Avda. de La Coruña, frente a la carretera del mismo nombre.

 

Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía: archivo personal de J. M. Calvo)

lunes, 2 de diciembre de 2024

LAS CHARCAS Y LAGUNAS ESTACIONALES DE LAS ROZAS DE MADRID

 

Laguna del Garzo

Las lluvias del otoño y el invierno hacen que en primavera afloren diversas charcas en distintos puntos de Las Rozas, algunas de ellas de gran interés e importancia natural por la diversidad biológica que llegan a albergar (flora acuática, anfibios, mamíferos, aves, insectos…).

Su equilibrio es extremadamente delicado, por ello es muy importante respetar estos pequeños ecosistemas a lo largo de todo el año, evitando los vertidos de residuos y basuras y protegiendo de la contaminación los entornos en los que se encuentran las cuencas vertientes y los cauces de arroyos que las alimentan.

Cientos de renacuajos desarrollándose en una de las charcas estacionales de La Cervera

Geológicamente, los suelos de Las Rozas no son los más apropiados para generar humedales o aguas remansadas, sin embargo, diversas actuaciones humanas desarrolladas a lo largo del tiempo han transformado el entorno en algunos puntos, provocando las condiciones adecuadas para que aparezcan pequeñas charcas y lavajos de diferente tamaño y temporalidad. Algunos, con el tiempo, se han asentado e integrado en los ciclos naturales del año, convirtiéndose en zonas de gran interés para los ecosistemas del municipio.

Aunque no todos los años hacen aparición con la misma intensidad, pues dependen mucho de las condiciones meteorológicas, son varios los lugares del municipio en los que podemos encontrar este tipo de pequeñas charcas que surgen en los meses húmedos y cuya presencia se mantiene hasta que los calores estivales terminan por secarlas del todo, poniendo punto final a un ciclo que, si nada lo interrumpe, volverá a iniciarse al año siguiente.

CHARCAS DE LAS CEUDAS

A finales de los años 70 del siglo pasado, comenzaron a realizarse unas grandes excavaciones para la extracción de áridos en la zona comprendida entre el arroyo de Las Ceudas y el arroyo del Chivitín, que generaron unas grandes cubetas en el terreno.

El abandono de esta explotación en los años 80 supuso su progresiva naturalización, formándose tres charcas de diferente tamaño y profundidad, teniendo las dos más grandes una superficie de entre 1.000 m2 y 1.200 m2, y la más pequeña de unos 200 m2.

Estas charcas se encuentran en el fondo del enorme socavón que originó en el terreno la excavación, con taludes de más de 10 m de altura. Esta circunstancia, sumado al hecho de situarse entre el cauce de dos arroyos, parece provocar que el principal aporte de agua en estas charcas se produzca por el flujo subterráneo, al margen del mucho o poco aporte superficial que puedan generar las lluvias. En sus orillas crece vegetación de ribera y diversos matorrales, siendo frecuente en sus aguas la aparición de plantas acuáticas con raíz en los fondos, pero con hojas flotantes y flores emergentes.

Se encuentra dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares

LAGUNA DEL GARZO


Probablemente, sea la laguna más conocida y visitada de Las Rozas, ya que acostumbra a mantener agua todo el año, si bien es cierto que en los meses de verano no ofrece su mejor aspecto.

Se trata de una balsa de origen artificial, construida en los años 60, seguramente con fines recreativos, que ocupa una superficie de unos 2.600 m2. Se sitúa en el cauce del arroyo del Bosquillón, de cuya cuenca vertiente recibe sus aguas y escorrentías superficiales, además de otros vertidos y aportes artificiales.

La vegetación que existe en las orillas de la laguna y el arroyo, a base de especies como los fresnos, chopos, sauces, juncales, rosales y zarzales, junto a las plantas acuáticas y anfibias, todo ello enmarcado en un amplio entorno de encinas y retamas, crean un bonito paraje y generan una rica diversidad biológica, con abundancia de insectos, aves, mamíferos, anfibios o reptiles, fáciles de ver si uno permanece observante y sin hacer ruido.

Forma parte del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares

LAGUNA DE LA VIRGEN DEL RETAMAR

Su origen se encuentra en el abandono de una explotación de áridos que funcionó en la zona hasta los años 70. Se encuentra junto al tramo final del barranco de La Retorna y muy próxima al río Guadarrama, en una terraza situada a unos 10 m sobre su cauce, recibiendo el principal aporte de aguas del subsuelo. Su superficie es de unos 1.100 m2.

En las orillas se forman concentraciones de plantas de ribera como juncos y eneas, con algunos sauces y diversos matorrales; en sus aguas prolifera la vegetación acuática y anfibia propias de las balsas estacionales.

Se sitúa dentro del Parque regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su Entorno.

LAGUNA DEL TÍO SOGA

Fotografía aérea en la que aparece la laguna del Tío Soga (año 2023)

Esta laguna se construyó con fines recreativos a mediados de los años 70, represando las aguas del arroyo del Tío Soga, muy cerca de la tapia del Monte de El Pardo. Se encuentra en el interior de una finca privada, por lo que no es posible acceder a ella.

Tiene una superficie de unos 1.000 m2. Su aporte lo recibe principalmente de la cuenca del arroyo que le da nombre, tanto por aguas fluviales como por otros vertidos de origen humano, principalmente las empresas e industrias situadas en la cabecera del arroyo, habiéndose producido diversos episodios graves de contaminación a lo largo del tiempo.

Situada en zona de encinares, sus orillas están cubiertas por la típica vegetación de ribera.

Está dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.

CHARCAS DE LA CERVERA


Los movimientos de tierras que se realizaron a mediados de los años 80 con motivo de un frustrado y abandonado proyecto urbanístico, provocan la aparición de grandes encharcamientos en la zona de La Cervera, junto a la carretera de El Escorial.

Los años en que las lluvias son abundantes pueden formarse hasta cinco láminas de agua de diferente tamaño, permaneciendo algunas hasta el inicio del verano. Se encuentran en una zona de pastizales y campos de cultivo, siendo sus aguas y orillas colonizadas por múltiples plantas acuáticas y emergentes, jugando un papel fundamental para las comunidades de anfibios que habitan la zona.

Estas charcas corren un serio riesgo de desaparecer con motivo de los grandes desarrollos urbanísticos proyectados para los próximos años en el municipio (nuevo Plan de Ordenación Urbana de Las Rozas aprobado por el Ayuntamiento en 2024).

CANAL DEL GUADARRAMA

Este fracasado proyecto del siglo XVIII, con el que se pretendía comunicar Madrid con el océano Atlántico a través de un canal navegable, y del que la presa de El Gasco era la primera pieza, ha generado, tras siglos de naturalización, la aparición de importantes charcas estacionales en algunos tramos del abandonado canal.

Las más importantes e interesantes se encuentran en la zona de La Isabela, muy cerca de la presa de El Gasco, donde se sitúa la cabecera del canal, cuya caja, excavada hace más de doscientos años, retiene anualmente las aguas que en ella vierten los arroyos y escorrentías de la zona, a lo que se suma también al aporte procedente del subsuelo, a través de las diferentes fracturas que existen en el terreno.

Todo ello genera un valor añadido a los muchos encantos históricos y naturales con los que ya cuenta esta zona que divide los términos municipales de Las Rozas y Torrelodones, dentro del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su Entorno.

OTROS HUMEDALES DE MENOR ENTIDAD

Junto a las lagunas y charcas mencionadas, que son las más importantes ubicadas en Las Rozas de Madrid, es frecuente que surjan otros pequeños humedales en forma de charcones y lavajos que, aun resultando menos llamativos, cumplen también una función muy importante en los procesos ambientales.

Algunos se pueden considerar elementos integrados ya en el paisaje natural, reapareciendo año tras año cuando las condiciones meteorológicas lo permiten. Este es el caso del Abrevadero del Arbujal, de las Charcas de La Encinilla o de la pequeña Charca del Bosquillón, todos ellos en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. 

Charca del Bosquillón
Abrevadero del Arbujal, sin apenas agua en los primeros días de verano
Uno de los charcones de larga duración que en época de lluvias se forman en diferentes zonas naturales de Las Rozas , en este caso en el Barranco de la Cruz Verde

Otros aparecen ocasionalmente, normalmente como consecuencia de movimientos de tierras provocados por obras y otras actividades humanas, y duran lo que tardan estas en ser finalizadas. Pero a veces, al alargarse los trabajos en el tiempo, o quedar estos inconclusos, mantienen su presencia a lo largo de los años, incidiendo en los ciclos vitales de las diferentes especies animales y vegetales.

Pequeña charca que se forma anualmente en una hondonada artificial, ya naturalizada, en las cercanías del Cerro Postas

Charca formada por las lluvias en una hondonada creada por los movimientos de tierra de unas obras, en Las Matas

Charcas y lagunas de Las Rozas, un ciclo que, con mayor o menor intensidad en función de la meteorología, se repite año tras año sin que a penas le prestemos atención, a pesar de la riqueza natural que suponen.


Javier M. Calvo Martínez

jueves, 28 de noviembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (VI): El Barrio de Regiones


Durante los años que duró la guerra, Las Rozas fue un pueblo ubicado en primera línea de fuego y ocupado militarmente, lo que ocasionó una enorme devastación en la mayoría de sus calles y edificios.

Concluida la contienda, el organismo Regiones Devastadas se encargó de su reconstrucción, pero antes de poder iniciar cualquier actuación importante fue necesario desescombrar y tratar de facilitar alojamiento a los vecinos que, poco a poco, iban regresando al pueblo y se encontraban con lo que habían sido sus viviendas en un estado ruinoso. Para ello, se habilitaron de la mejor manera posible los edificios que habían sufrido menos daños, pero que, aun conviviendo en ellos varias familias a la vez, pronto resultaron insuficientes. Ello obligó a muchos roceños a instalarse en las mismas posiciones en las que habían vivido los soldados durante la contienda (trincheras, refugios, chabolas y casas semiderruidas), cuyas condiciones de habitabilidad dejaban mucho que desear.

Por tanto, una de las prioridades de cara a la reconstrucción fueron las actuaciones en materia de vivienda, que desde pronto se proyectaron en diferentes puntos del pueblo. De todas ellas, la más importante y significativa fue la que acabaría conociéndose como el Barrio de Regiones, llamado así, precisamente, como abreviación del organismo que lo construyó.

Aunque el proyecto inicial era mucho más ambicioso, ya que planteaba prolongar las manzanas de viviendas por lo que hoy son las calles San Martín, Quicos y, girando por detrás de la Plaza Mayor, continuar en paralelo a la calle Real hasta más allá de la Cuesta de San Francisco, las difíciles circunstancias del momento (especialmente las económicas), limitaron esta actuación al espacio comprendido entre las actuales Ronda de la Plazuela, Avenida de la Constitución, calle de la Fuente y Avenida de los Toreros.

Originariamente, el Barrio de Regiones estaba formado por seis manzanas longitudinales (delimitadas por las calles Fuente, Escorial, Ebro y Avda. de la Constitución), que a su vez quedaban divididas en dos bloques iguales por la calle Iglesia de San Miguel, que las atravesaba transversalmente.

En total, el barrio constaba de 90 casas, 84 para jornaleros y 6 para artesanos. Las viviendas de jornaleros disponían de cocina-comedor, despensa, cuarto de aseo y tres dormitorios, además de un patio con dependencias accesorias como cuadra, cobertizo, granero, gallinero y cochiquera. Un zaguán, compartido por dos viviendas, daba entrada de forma independiente a estas y a los patios. Las casas para artesanos eran algo más amplias y contaban además con un local para taller, al que se accedía también de forma independiente por el zaguán.

Durante décadas, el Barrio de Regiones, con sus calles geométricamente estructuradas, sus casas pareadas de una planta, con entrada a través de zaguanes de tímpanos triangulares, portones de madera, patios, muros blancos y aires típicos de la Castilla rural, se mantuvo como una unidad urbana relevante y significativa dentro del casco histórico de Las Rozas, aportando originalidad e identidad al pueblo.

Hoy en día, el conjunto se encuentra totalmente transformado y desvirtuado respecto a su aspecto original, con muy pocas casas de época -algunas en mal estado de conservación-, sustituidas la mayoría de ellas por monótonos bloques de pisos, con poco o ningún equilibrio estético y arquitectónico, al menos, si lo comparamos con lo que Regiones Devastadas proyectó en su día.

En esta fotografía, realizada desde la calle Iglesia de San Miguel en 1942, aparece un Barrio de Regiones prácticamente finalizado, aunque los tejados de algunas casas aun carecen de tejas. Al fondo, vemos la iglesia recién restaurada, pero todavía sin los jardines y accesos aterrazados que Regiones Devastadas construiría poco después en la loma sobre la que se asienta el templo.


Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía histórica: archivo personal de J. M. Calvo)

DE FRESNOS Y FRESNEDAS

 

Los fresnos son árboles caducifolios que pueden superar los 20 m de altura; con troncos largos y rectos y una corteza inicialmente gris y lisa, pero que con los años se vuelve rugosa y agrietada. Sus hojas son compuestas y forman un haz de entre 7 y 13 hojuelas o folíolos ovalados con nervio central y borde aserrado, de color verde oscuro, con el envés más pálido. Las flores no tienen pétalos y aparecen antes que las hojas en pequeños racimos colgantes, entre principios y mediados de la primavera. El fruto es una sámara de color marrón claro y ala prolongada para facilitar su dispersión por el viento, permaneciendo todo el invierno en el árbol. Su madera es clara, resistente y muy elástica.


Árboles autóctonos en la zona noroeste de Madrid, necesitan luz y suelos húmedos y frescos, por lo que nacen de manera espontánea en los márgenes de ríos y arroyos. Sin embargo, se trata de una especie que tradicionalmente ha estado muy condicionada por la actividad humana, ya que, durante siglos, sus ramas han sido aprovechadas como alimento para el ganado. Para ello, se procedía a la poda completa del árbol, dejando que los años siguientes brotaran ramas largas y finas que se iban cortando y dejando secar para emplearlas como forraje cuando los pastos escaseaban. Pasados seis u ocho años, se repetía la poda, dejando de nuevo el tronco del fresno totalmente limpio de ramas.


Este tipo de poda, repetida a lo largo de los años, provoca que los fresnos, que en condiciones naturales son de los árboles de mayor crecimiento de nuestro entorno, ensanchen progresivamente su base, adquiriendo unas formas muy peculiares debido a las deformaciones que se generan en los troncos y ramas. Reciben entonces el nombre de fresnos desmochados o trasmochos, siendo habitual encontrarlos en viejas fresnedas adehesadas, tradicionalmente empleadas como zonas de pastizal, además de para el ramoneo mencionado.


En Las Rozas de Madrid todavía podemos encontrar restos de estas viejas fresnedas, transformadas ya en pequeños rodales asilvestrados junto al río Guadarrama y los cauces de algunos arroyos, en las que se agrupan ejemplares de diversa antigüedad y estado de salud. Uno de estos parajes se sitúa en las cercanías de Santa María del Retamar, junto a las aguas del río Guadarrama, con algunos fresnos centenarios, de la especie Fraxinus angustifolia, cuyos troncos superan los 130 cm de diámetro, generando con su imponente presencia un paraje muy atractivo y sugerente.

Javier M. Calvo Martínez

(Fotografías: fresneda en Santa María del Retamar, junto al río Guadarrama, en Las Rozas de Madrid)


lunes, 25 de noviembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (V): Santa María del Retamar

En el municipio de Las Rozas, el núcleo de población más antiguo del que se tiene constancia historiográfica no es el que hoy en día ocupa el centro urbano, organizado en torno a la iglesia de San Miguel, sino otro desaparecido hace siglos, que se situaba a unos siete kilómetros de distancia del actual pueblo, en un paraje próximo al río Guadarrama que recibe el nombre de Santa María del Retamar.

Aunque existen dudas sobre su origen, este lugar aparece mencionado ya en documentos del siglo XIII, lo que, como mínimo, lo situaría en el proceso de repoblación desarrollado tras la conquista de las tierras madrileñas por parte del reino Castellano-Leones. En realidad, Santa María del Retamar, que desde muy pronto quedó integrada en el Real de Manzanares, no pasaría de ser una pequeña aldea, y todo parece indicar que, para el siglo XV, el asentamiento había sido ya abandonado, conservándose sólo su ermita.

Según la tradición, la imagen que se veneraba en esta ermita había aparecido entre unas retamas cerca de ese lugar, de ahí su nombre de Santa María del Retamar, que popularmente acabaría por ser conocida como la Virgen de la Retamosa.

Parece que ya desde el siglo XV, para mantener la ermita y continuar con la veneración de esta imagen, se creó una cofradía en la que, curiosamente, no solo participaban vecinos de Las Rozas, sino también de Majadahonda y de Pozuelo. Entre los compromisos que asumió dicha cofradía estuvo el de organizar anualmente una romería en honor a la Virgen, evento en el que se implicaban y participaban vecinos de los tres pueblos. Sin embargo, el entendimiento entre los cofrades no siempre fue bueno, siendo frecuentes las disputas y pleitos entre los tres municipios respecto a los derechos de cada uno y la forma en que debían hacerse las cosas, tal y como demuestran documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII, que recogen diferentes denuncias y contenciosos presentados ante el Arzobispado de Toledo por cofrades y mayordomos por conflictos internos relacionados con Santa María del Retamar.

Fuera como fuese, el caso es que parece que, para finales del siglo XVIII, ya solo los roceños seguían manteniendo la cofradía y continuaban con la tradición de organizar una romería,, terminando por convertir a la Virgen del Retamar, cuya ermita se encontraba en su jurisdicción, en la patrona del pueblo.

Con altibajos, esta tradición se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XIX, momento en que el avanzado estado de ruina que ofrecía la ermita motivó el traslado de la imagen a la iglesia del pueblo. Se perdió así la ermita y la romería, pero no la festividad de la Virgen de la Retamosa, que siguió celebrándose los primeros días de mayo con misa, procesión, baile y pólvora.

Una de estas procesiones es la que aparece en la fotografía que encabeza el texto, fechada a principios de los años 20 del siglo pasado. En ella, la comitiva ha parado un momento para que el fotógrafo pueda realizar la instantánea. Los asistentes, vestidos con sus mejores galas, miran a cámara, incluso el portaestandarte asoma la cabeza para no dejar de salir retratado. Es un día de primavera en el que el sol aprieta, motivo por el que abundan las sombrillas. El paso de la Virgen es llevado solo por mujeres, mayoritarias en la procesión, todas ellas con velo negro en la cabeza. Al fondo, una banda interpreta alguna marcha, mientras unos muchachos lanzan cohetes desde el cerrillo que hay a la derecha de la imagen, que es en el que se sitúa la iglesia de San Miguel, fuera de encuadre, pero cuyas campanas podemos imaginar voltear al paso de la procesión.

La imagen de la Virgen que aparece en esta fotografía resulta muy diferente en tamaño y estética a la que se venera en la actualidad, la cual fue adquirida en los años 40 para sustituir a la anterior, que se había perdido durante la guerra. Sin embargo, tampoco parece que la de la fotografía se corresponda con la que debió ser la Virgen del Retamar original, una talla que muy probablemente databa del siglo XII, la cual debió de perderse también en algún momento de la historia, posiblemente, durante la ocupación napoleónica, tal y como sugieren algunas referencias. Pero, más allá de la imagen, lo que queda es la constatación de como la veneración de esta Virgen por parte de los roceños se ha mantenido a lo largo de los siglos.

La fotografía está realizada en un punto que se corresponde con la actual Avda. de la Iglesia, poco antes de llegar a su cruce con la C/Laguna. El mismo recorrido que, año tras año, sigue realizando la procesión el día de la Retamosa.

 

Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía histórica: Pablo Gómez Bravo y Estudio Fotográfico López)

sábado, 23 de noviembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (IV): Tiempo de reconstrucción



La guerra civil provocó una gran devastación en Las Rozas. Los constantes bombardeos y la ocupación militar del pueblo ocasionaron destrucciones de diversa índole en el 80% de sus edificios.

Según los estudios realizados por el organismo Regiones Devastadas, principal responsable de la reconstrucción, 270 edificios estaban totalmente destruidos, 57 muy dañados y 35 sufrían desperfectos de diversa consideración, conservándose solo 13 edificaciones en condiciones relativamente aceptables.

El proyecto para la reconstrucción fue encomendado al arquitecto Fernando García Rozas, que al frente de un equipo técnico se encargó de planificar la nueva estructura del pueblo y la reconstrucción de sus ruinas. De esta manera, las primitivas calles, que hasta entonces habían ofrecido un trazado generalmente desordenado, fueron modificadas para obtener una planificación más geométrica y funcional a base de una estructuración de manzanas cuadrangulares. La base sobre la que se vertebró el nuevo trazado urbano fue la calle Real, vía principal del pueblo que comenzaba (o terminaba) en la plaza Mayor.

Precisamente, la fotografía que presentamos, fechada en 1941, corresponde a las primeras fases constructivas de la plaza Mayor. En ella se intuye ya el aspecto que ofrecería al ser concluidos los trabajos: plaza cuadrada, sobre un terreno ligeramente aterrazado, rodeada de soportales en tres de sus lados, con edificaciones de dos plantas, a la que se accedía a través de unos tramos de escaleras a modo de pequeños graderíos con muretes de granito; el ayuntamiento se situaría en el edificio central, mientras que los laterales se destinarían a servicios, comercios y viviendas. Para su construcción, se combinaron el ladrillo visto, el revoco de cemento y el granito.

Aunque el proyecto de reconstrucción respetaba la ubicación aproximada que hasta entonces había tenido la plaza Mayor de Las Rozas (que estéticamente no tenía nada que ver con la que se estaba planificando), los responsables de Regiones Devastadas decidieron cambiar su orientación, de manera que, en vez de abrirse a la calle Real, como lo había hecho siempre, lo hizo hacia una avenida de nueva creación, la actual Avenida de la Constitución, más en consonancia con la planificación general que el arquitecto García Rozas y su equipo de trabajo habían planificado para el conjunto del pueblo.

Nuevos diseños, para tiempos nuevos.

 

Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía histórica: archivo personal de J. M. Calvo)

viernes, 22 de noviembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (III): Aires de pueblo y recuerdos de infancia


Hoy en día, apenas se conserva nada del pequeño pueblo rural que fue Las Rozas durante siglos.
Muy especialmente desde los años 70, su casco urbano ha experimentado una profunda transformación, en la que prácticamente todos los edificios y construcciones de cierta antigüedad, y que aportaban a Las Rozas identidad y personalidad, han sido destruidos y reemplazados por monótonos bloques de viviendas y otras construcciones modernas.
Muchos de los edificios más emblemáticos comenzaron a desaparecer en tiempos relativamente cercanos, como fueron los años 90, por lo que la mayoría de ellos permanecen aún en el recuerdo y la memoria de muchos roceños. La lista es larga: las escuelas existentes junto a los jardines de la iglesia, destruidas al construirse el actual aparcamiento; el colegio Virgen del Retamar (antigua granja-escuela San Isidro), cuyo lugar ocupa hoy el CEIP Siglo XXI; la práctica totalidad de las casas del barrio de Regiones y de La Suiza; la Casa-Cuartel de la Guardia Civil; el edificio del Baile o la mayoría de las antiguas viviendas que existían en la C/Real, la Plza. de Madrid, la Avda. de la Constitución o la Avda. de La Coruña.
Muchas de estas construcciones habían sido levantadas tras la guerra por el organismo Regiones Devastadas, encargado de la reconstrucción de los pueblos que habían sufrido grandes destrucciones durante la contienda, como fue el caso de Las Rozas.
Otras eran aún más antiguas, supervivientes de los desastres de la guerra y testigos del devenir histórico del pueblo. Este es el caso de la fotografía que ofrecemos, en la que aparece un conjunto de casas que configuraban casi una manzana entera en la calle Real. Viejas construcciones propias de la Castilla rural, levantadas con las tradicionales técnicas del adobe y el tapial, de gruesos muros encalados, con cubiertas de teja curva sobre enripiado de madera y grandes portones que, en su día, daban acceso a amplios patios en cuyo interior existían cuadras, graneros, pajares, corrales, almacenes y demás espacios necesarios para las actividades agropecuarias que caracterizaban el día a día de los roceños.
Este conjunto resistió hasta mediados de los años 80, cuando su avanzado estado de ruina y abandono provocaron su demolición. La fotografía está realizada en aquellos últimos momentos, y en la misma puede apreciarse también parte del paseo ajardinado que, a modo de pequeño bulevar, dividía en aquel tiempo la calle Real, antes de su peatonización.
Pero sin duda, lo que esta fotografía traerá al recuerdo de muchos roceños, muy especialmente a todos aquellos cuya infancia transcurriera en el pueblo entre los años 60 y 80 del siglo pasado, es la pastelería de Lorenzo, el querido “Paste”, que desde principios de los 60 y hasta 1985 (momento en que trasladó el negocio a un moderno local en el inicio de la Cuesta de San Francisco), abrió sus puertas en el reducido local que aparece en el centro de la imagen con el cierre metálico echado. Ese pequeño paraíso de los niños y niñas de Las Rozas, en el que podían surtirse de bollos, chucherías, pipas, kikos, helados o juguetes de baratillo, como sobres de soldaditos, cacharritos de plástico, yoyós, canicas o peonzas, y cuya historia y memoria tan bien recogió Alicia Bravo Benito en un artículo que escribió en 2022, y cuya lectura os recomendamos, pinchando en el siguiente enlace:
Una imagen en blanco y negro testimonio de un pueblo rural ya desaparecido, que a la vez hace revivir gratos recuerdos de infancia.


Javier M. Calvo Martínez
(Procedencia de la fotografía histórica: Estudio Fotográfico López)