La iglesia parroquial de Santa
Catalina Mártir es el edificio más antiguo de Majadahonda. Se trata de un
sólido conjunto arquitectónico formado por un gran presbiterio, del que sale un
cuerpo longitudinal de tres naves (una central y dos laterales), con
torre-campanario y un anexo en el que se sitúan la sacristía y otras
dependencias parroquiales.
Aunque se desconoce la fecha
exacta de su origen, algunos estudios señalan la posibilidad de que este se
encuentre en una pequeña capilla levantada en el siglo XIII junto a una vieja
atalaya abandonada, dentro del proceso de repoblación que se desarrolló en
estas tierras tras la conquista cristiana de Madrid. Como referencia documental
clara tenemos las Relaciones de Felipe II (1576), donde se menciona esta
iglesia consagrada ya a Santa Catalina. No obstante, el templo ha pasado por
diversas reformas, ampliaciones y reconstrucciones a lo largo de los siglos,
hasta llegar a adquirir el aspecto que ofrece hoy en día.
Por ejemplo, la actual torre
tiene su origen en una construida a finales del siglo XVII, y el gran
presbiterio de planta octogonal, cuya altura destaca del conjunto, siendo una
de sus características más llamativas, se finalizó hacia 1731, lo que supuso una
ampliación de la iglesia, aunque a costa de la destrucción de su primitiva
capilla Mayor.
Desde entonces, las
transformaciones más importantes por las que ha pasado el templo han sido las
producidas como consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939), cuando además de
perder todos sus ornamentos e imágenes, sufrió serios daños estructurales a
causa de los bombardeos, especialmente en el presbiterio, las cubiertas y la
torre.
De su reconstrucción se encargó
inicialmente el organismo Regiones Devastadas, que en 1940 elaboró un primer
proyecto, al que seguirían otros dos, concluyéndose los trabajos en 1953, con
la colaboración de la Dirección General de Arquitectura. Estas actuaciones no
solo rehabilitaron el edificio, sino que supusieron importantes transformaciones
en el mismo, especialmente de carácter estético, como, por ejemplo, las
cubiertas de pizarra, el enfoscado en cemento de todas sus fachadas, el remate
de la torre con un chapitel, la sustitución de algunas de sus ventanas
rectangulares por otras circulares (denominadas óculos), o los cambios en las
construcciones anexas, donde se encuentra la sacristía.
Pero quizás, los cambios más
significativos hayan sido los desarrollados en sus accesos, ya que, el
primitivo pórtico lateral, consistente en una cubierta de tejas a tres aguas,
con estructura de madera reposando sobre cuatro columnas de granito, se
sustituyó por otro de nueva construcción, con forma de logia, o pequeña galería
a un agua, conformado por seis arcos de medio punto. A la vez, en la fachada
oeste se abrió una nueva entrada, también con pórtico de tejas a tres aguas,
aprovechando para ello las columnas del antiguo, y se sustituyó el ventanal
rectangular que aquí existía por un pequeño rosetón.
La fotografía muestra la iglesia
de Santa Catalina en 1939, recién terminada la guerra, pudiendo apreciar el
aspecto tan diferente que ofrecía en relación al actual, con muros de ladrillo
visto, sobre zócalos de granito, cubiertas de teja árabe y el antiguo pórtico a
tres aguas con columnas de granito en la fachada norte, siendo esta la única
que aparece revestida con revoco de cal. Por lo demás, una torre que parece
algo más baja que la actual y elementos que, aun transformados, se han
mantenido en el tiempo, como la linterna o los contrafuertes del presbiterio.
Todo ello, con los destrozos que las bombas han causado en sus muros y
cubiertas.
Javier M. Calvo Martínez
(Procedencia de la fotografía
histórica: Archivo General de la Administración)
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