La culebrilla ciega es uno de los
reptiles más extraños de nuestra fauna y del que todavía se desconocen muchas
cosas. Además, la Península Ibérica es el único lugar del continente europeo en
el que podemos encontrar a esta especie.
Se trata de un pequeño reptil
cuyo aspecto, a primera vista, podría confundirse con el de una lombriz grande,
pero una observación más detenida nos hará distinguir una pequeña cabeza con
unos ojos diminutos. Su color es generalmente rosado claro, aunque algunos
individuos pueden tener un tono algo más oscuro. Los ejemplares adultos pueden
alcanzar los 28 cm. El cuerpo es segmentado, con escamas cuadradas dispuestas
en anillos.
Es un animal perfectamente
adaptado a la vida subterránea, siendo difícil verlo en la superficie. Evita el
sol y la humedad excesiva, prefiriendo los suelos secos y fáciles de
excavar.
Gran cavadora, su alimento lo
constituyen todo tipo de pequeños invertebrados y sus larvas, sintiendo una
especial predilección por las hormigas, siendo habitual que se introduzca en
los hormigueros para saquearlos.
Sus costumbres subterráneas provocan que desconozcamos muchos aspectos de su biología. Sabemos que hacia el mes de julio la hembra pone un único huevo alargado y blanco de unos 3 cm de longitud, que resulta asombrosamente grande en relación a su tamaño corporal, y parece que inverna en galerías que ella misma excava.
Encontramos a la culebrilla ciega en la mayor parte del territorio peninsular, a excepción de algunas zonas septentrionales de Galicia y la Cordillera Cantábrica, norte de Cataluña y Pirineos. Apenas se tienen datos sobre el número de sus poblaciones, aunque en el noroeste madrileño parece que es una especie relativamente abundante.
La culebrilla ciega es un animal totalmente
inofensivo que, al igual que todos los reptiles, está protegido.
ASOCIACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL CIERZO
Fotografías: ejemplar de culebrilla ciega en la Dehesa de Navalcarbón, en Las Rozas de Madrid (J. M. Calvo)
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