jueves, 16 de enero de 2025

UNA MIRADA AL PASADO (XV): La torre de la iglesia de Santa Catalina Mártir de Majadahonda


Parece que la actual Majadahonda podría tener su origen en un pequeño asentamiento del siglo XIII fundado por los pastores segovianos que en aquellos tiempos transitaban por estos lugares. De hecho, el propio topónimo es una clara alusión a los sitios en los que se recogían los rebaños y se alojaban los pastores para descansar o pasar las noches. Desde muy pronto, dicho asentamiento contó con una ermita o pequeño templo ubicado en el mismo lugar que hoy en día ocupa la iglesia parroquial de Santa Catalina Mártir.

Por lo que se desprende de ciertos documentos, especialmente un informe sobre el estado que ofrecía la iglesia de Majadahonda elaborado en 1670 por el Maestro Mayor de Obras del Arzobispado de Toledo, Cristóbal Rodríguez de Jarama y Roxas, dicho templo estaba adosado a un viejo torreón que cumplía la función de campanario. Según el mismo documento, este torreón, que describe como muy ancho y muy alto, parecía haber sido reedificado varias veces.

Este tipo de referencias, junto a las características orográficas del emplazamiento, en lo alto de un cerro de pronunciada pendiente con un buen dominio visual del territorio, han llevado a pensar que, muy probablemente, dicho torreón sería originariamente una de las muchas atalayas de vigilancia, levantadas entre los siglos IX y X, que formaban parte de la denominada Marca Media, la línea defensiva fronteriza organizada por los musulmanes para hacer frente a los esporádicos ataques de las huestes cristianas del noroeste peninsular. Esta línea estaba formada por importantes fortalezas, como Talamanca del Jarama, Alcalá de Henares, Calatalifa (Villaviciosa de Odón) o el propio Madrid, y por una red de atalayas de la que han llegado hasta nuestros días interesantes ejemplos, como son las de El Berrueco, El Vellón, Arrebatacapas o Torrelodones, u otras, ya desaparecidas pero de las que tenemos referencias toponímicas, como sería el caso de Atalayuela del Pardo, La Atalaya de Pozuelo de Alarcón o los diversos lugares con el nombre de Torrejón.

Las características de estas atalayas eran muy similares: estructura cilíndrica construidas a base de hiladas de mampostería y argamasa de arena y cal reforzada con piedra. Tenían dos o tres plantas y una única entrada ubicada a cierta altura del suelo, a la que se accedía por medio de una escalera de mano, la cual se retiraba para dificultar el acceso a los posibles enemigos. Para comunicarse con las atalayas contiguas hacían señales de humo durante el día o de fuego durante la noche, encendiendo hogueras en la parte alta del torreón.

Como decimos, es muy probable que la torre a la que se refiere el mencionado informe del siglo XVII fuera originariamente una de estas atalayas, reconstruida varias veces a lo largo del tiempo para ser aprovechada como campanario. En cualquier caso, el mal estado de conservación que para esas fechas ofrecían, tanto la torre como el conjunto de la iglesia, impulsaron una serie de reformas en el edificio que, entre otras cosas, supusieron la demolición del viejo torreón y la construcción de una nueva torre campanario.

Estos trabajos se desarrollaron a lo largo del último tercio del siglo XVII, encargándose la construcción de la nueva torre al Maestro Mayor de Obras del Arzobispado de Toledo Santiago de Sopeña. La torre debió quedar finalizada en torno a 1680, pero el Maestro Santiago de Sopeña se vio obligado a pleitear con el concejo de Majadahonda hasta enero de 1688, momento en que consiguió cobrar el último de los pagos que se le adeudaban por el trabajo realizado.

La torre campanario, de unos 20 m de altura y planta cuadrada, se construyó de ladrillo visto sobre zócalo de granito, con cubierta de teja curva a cuatro aguas. Con el paso de los siglos, a la torre se le añadió una veleta y un reloj en la fachada que daba a la plaza, con una pequeña campana sobre el tejado para dar las horas. Este es el aspecto que mantuvo hasta el final de la guerra civil, momento en que el organismo Regiones Devastadas se encargó de la reconstrucción del pueblo. Tras varios informes y proyectos elaborados por diferentes arquitectos (en 1940 por Víctor Calvo Martínez de Azcoitia, en 1944 por D. Juan Armando González Cabeza de la Puente y en 1949 por D. Félix Ugalde Rodrigo), las obras se dieron por finalizadas en 1953, dando como resultado una iglesia que, en esencia, mantenía sus características principales, pero en las que destacaban varios cambios, como el enfoscado blanco de todas sus fachadas, incluida la torre, o la colocación sobre esta de un chapitel, todo ello, muy en consonancia con los gustos estéticos que Regiones Devastadas desarrollaba en todas sus intervenciones.

En la fotografía que encabeza esta entrada, podemos apreciar el aspecto que ofrecía la torre y fachada principal de la iglesia de Santa Catalina Mártir en los años 30 del siglo pasado, con un grupo de personas posando para la cámara. Al fondo aparece el pórtico de acceso con tejado a tres aguas sobre columnas de granito que, tras la guerra, sería reemplazado por el actual, formado por arcos de medio punto, trasladando el antiguo a la nueva entrada que se abrió en la fachada oeste, al lado de la torre.

 

Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía histórica: “Imágenes de Majadahonda. Recuerdos de nuestro pueblo”, Ayto. de Majadahonda, 1999)

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