No puede decirse que Majadahonda
sea un municipio sobrado de patrimonio histórico, artístico, arquitectónico o
cultural. Por el contrario, al igual que sucede con otras poblaciones del
noroeste madrileño, como Las Rozas, Pozuelo o Aravaca, el espectacular
crecimiento urbanístico experimentado en las últimas décadas no solo se ha
realizado de espaldas a su pasado, sino que, en buena medida, se ha producido
laminando los pocos elementos que podían servir para mantener entre los vecinos
ciertos vínculos de identificación con la historia y la memoria de sus respectivos
pueblos y territorios.
Esta dinámica urbanística de hacer
tabla rasa, de borrón y cuenta nueva, de demoler y destruir todo lo anterior
para levantar cosas nuevas ha supuesto una fractura, una desconexión con la
historia y la tradición de esos lugares, desapareciendo muchos de sus edificios
y espacios más emblemáticos y eliminando algunas de las señas de identidad que,
durante mucho tiempo, fueron importantes para las poblaciones locales.
De esta manera, los lugares han
ido perdiendo buena parte de su esencia y personalidad, por modesta que esta pudiera
ser, convirtiéndose la destrucción y alteración de los entornos urbanos y
naturales en una forma de desmemoria, ya que esos paisajes perdidos, en gran medida,
guardaban las huellas del pasado, el recuerdo de otro tiempo, las vivencias y
experiencias de quienes los conocieron.
Por todo ello, no deja de
resultar llamativo que a día de hoy, uno de los escasísimos edificios de
cierta relevancia para la historia local y sentimental de Majadahonda que, a
pesar de las múltiples transformaciones y alteraciones experimentadas a lo
largo del tiempo, ha llegado hasta nuestros días, se encuentre desde hace
muchos años en un preocupante estado de abandono y deterioro.
Se trata de un edificio
construido a finales de los años 20 del siglo pasado, durante la dictadura de
Primo de Rivera, en el que se situó el primer grupo escolar con el que contó Majadahonda,
ya que, con anterioridad a esa fecha, se habían aprovechado diferentes espacios
para impartir clases, pero sin que ninguno de ellos pudiera considerarse una
escuela propiamente dicho y cuyas condiciones dejaban mucho que desear, tal y
como recogía una crónica de 1926 en la que se señalaba “la urgente
necesidad de transformar los insanos y lóbregos locales Escuelas en otros
alegres, capaces e higiénicos para la alegría y salud” de los niños
majariegos.
El lugar elegido para construir
la nueva escuela fue una pequeña parcela situada junto a la intersección de las
actuales calles Doctor Calero e Iglesia, que en aquel entonces quedaba a las afueras
del pueblo, en la margen derecha de la carretera que, desde la de La Coruña, a
la altura de su km. 15 (Parador de La Sacedilla), conducía a Villanueva del
Pardillo pasando por Majadahonda.
La primera piedra se colocó el
domingo 6 de noviembre de 1927, en un solemne y concurrido acto al que
asistieron, entre otras personalidades, el gobernador civil de Madrid, D.
Carlos Martín Álvarez; el presidente de la Diputación, Sr. Salcedo Bermejillo,
y el delegado gubernativo, capitán de Artillería Sr. Lorente, además del
alcalde de Majadahonda D. Francisco Gómez Álvarez. Este último leyó unas
cuartillas agradeciendo a las autoridades e invitados su presencia y expresando
el afán que todos los del pueblo sentían por mejorarlo para bien de ellos mismos
y del país en su conjunto. A continuación, el gobernador contestó con un
discurso sencillo pero elocuente, tratando de hacer comprender a los asistentes
el respeto y cariño que debía tenerse por tres edificios esenciales para
cualquier pueblo: la iglesia, la escuela y el ayuntamiento.
Bajo aquella primera piedra se
colocó una pequeña caja metálica en la que se introdujeron algunas monedas de diverso
valor, varios recortes de periódicos madrileños y el acta leída por el secretario del Ayuntamiento y firmada por las
autoridades. Después de que el
gobernador, con ayuda de los operarios, colocase la piedra y echase una
paletada de cemento, el párroco de Majadahonda, D. Gabriel Sanz, la bendijo y
pronunció una oración. El acto se completó con los alumnos de la futura escuela
entonando un bonito himno en presencia de todo el vecindario y con una banda de música que
amenizó la jornada con diversas piezas. Finalmente, el Ayuntamiento obsequió a
los invitados con un banquete en el que reinó la alegría y el buen humor.
El proyecto de la nueva escuela
fue encargado al arquitecto Sr. Flórez, que diseñó un edificio sencillo y
funcional, de ladrillo visto, compuesto por una amplia nave de planta
rectangular y una sola altura, dividida por un tabique en dos espacios simétricos destinados a
las aulas, una para niños y otra para niñas. En cada uno de los extremos de
este cuerpo central se situaban dos pequeños pabellones, también de planta
rectangular, en los que creemos se encontraban los despachos de los profesores
y otras estancias auxiliares. Las instalaciones se completaban con un patio de
tierra, cercado con una valla también de ladrillo, en el que se plantaron
diversos árboles del tipo moreras y acacias para proporcionar ornamento a la
escuela y algo de sombra en las jornadas de sol intenso.
Por fin, el domingo 20 de mayo de
1928 pudo inaugurarse la nueva escuela. Para la ocasión volvieron a acudir a
Majadahonda el gobernador de la provincia y el delegado gubernativo que unos
meses antes habían asistido ya a la colocación de la primera piedra. A estos se
sumaron el inspector jefe de primera enseñanza, Sr. Carrasco y el secretario
del gobernador civil, Sr. Espinos, entre otras personalidades. El acto se inició
con la bendición solemne del edifico, seguida de una serie de himnos cantados
por los niños del pueblo acompañados por la banda de música y una pequeña demostración
gimnástica realizada por los alumnos de la escuela. A continuación dieron
comienzo los discursos, comenzando el maestro de Majadahonda, Sr. del Bosque,
que leyó unas cuartillas ensalzando la aplicación y laboriosidad constante en
los estudios. También pronunciaron unas palabras el gobernador civil, que además
de su mensaje oficial tuvo unas cariñosas palabras para los niños del pueblo; el
inspector de enseñanza y, en representación de la Asociación de Maestros del
partido judicial, D. Rafael Martínez, maestro de Torrelodones. Cerró el acto el alcalde
de Majadahonda, que agradeció la presencia de las autoridades y el apoyo recibido
para la construcción de la nueva escuela. Finalmente, los concurrentes fueron
invitados a un lunch en el ayuntamiento.
A partir de ese momento, Majadahonda
pudo disfrutar de una escuela que la prensa de la época describió como “nueva,
llena de aire, luz y alegría”, con capacidad para satisfacer las necesidades educativas
del alrededor de cien niños y niñas que en aquellos tiempos vivían en el pueblo.
En las nuevas dependencias, los primeros docentes con los que contó el centro,
el mencionado Sr. del Bosque para los niños y la maestra Doña Adela para las
niñas, en régimen unitario, es decir, con alumnos y alumnas de diferentes
edades y grados en el mismo aula, comenzaron a impartir las primeras enseñanzas
a los pequeños majariegos.
A pesar de sufrir importantes
daños durante la Guerra Civil, el organismo Regiones Devastadas, encargado de
la reconstrucción del pueblo, decidió restaurar el edifico para que siguiera cumpliendo
su función educativa junto a una escuela de nueva construcción que se levantó en lo que hoy es la Plza. de la Constitución, la cual, ¿cómo no?, fue demolida en 2009. Por su parte, el que había sido primer grupo escolar continuó activo
hasta los años 80, recibiendo en su última etapa el nombre de la pedagoga
italiana Rosa Agazzi. Ya en los años 90, el antiguo edificio sufrió una
transformación total, añadiéndole una nueva planta y eliminando prácticamente
todos los elementos originales a excepción de las fachadas, siguiendo los
postulados de la tan cuestionada y criticada tendencia arquitectónica para la
rehabilitación de edificios históricos denominada fachadismo. Pasó entonces a
ser la sede de la policía local, función que mantuvo hasta que en 2013 se
inauguraron las nuevas instalaciones policiales situadas en la crta. de Villanueva
del Pardillo. Desde entonces, el edificio permanece cerrado. Y ello a pesar de
diferentes proyectos y propuestas para dotar a las antiguas escuelas de algún
uso (dependencias de la Guardia Civil, coworking…), sin que hasta la fecha
ninguno de ellos haya prosperado, y de existir desde 2016 una plataforma vecinal que
reivindica este espacio para usos culturales, sociales y/o educativos.
Mientras tanto, este emblemático edificio, que a pesar de su modestia histórica y arquitectónica ha tenido una enorme importancia sentimental para varias generaciones de majariegos, pues en él vivieron parte de su infancia y recibieron sus primeras enseñanzas escolares, sufre los efectos de una aparente desidia y olvido por parte de quienes, entre otras funciones, deberían velar por la memoria, la tradición y el patrimonio histórico y cultural que conforman la identidad del municipio, aunque en realidad creemos que en estas cuestiones, al igual que en todo lo concerniente a la protección de los entornos naturales y urbanos de cierto interés, debería implicarse el conjunto de la sociedad, interesándose en su conocimiento y disfrute y oponiéndose a las múltiples agresiones de las que son objeto de manera reiterada dichos espacios.
La fotografía que encabeza esta
entrada muestra el aspecto que ofrecía la escuela en los años 40, tras los
trabajos de restauración y rehabilitación desarrollados por el organismo Regiones Devastadas al concluir la guerra.
Javier M. Calvo Martínez
(Procedencia de la fotografía
histórica Archivo General de la Administración)
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