viernes, 13 de diciembre de 2024

UNA MIRADA AL PASADO (XI): Señas de identidad


En 1940, el arquitecto Fernando García Rozas, junto a sus colaboradores José del Río y José M.ª Martínez Cubells, todos ellos miembros del organismo Regiones Devastadas, presentaban el proyecto para la reconstrucción de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel.

A diferencia de lo que sucedió en otros pueblos cercanos, en los que la reconstrucción de sus respectivas iglesias supuso muchas veces una total transformación de las mismas, levantándolas de nueva planta o modificando en profundidad su traza y forma estética, en Las Rozas se optó, en la medida de los posible, por conservar todo lo que tras la guerra había quedado en condiciones de ser aprovechado y restituir el templo a su primitivo aspecto.

Hubo que demoler lo poco que se había mantenido en pie de la torre, pero la que fue levantada en su lugar se procuró que no difiriera en exceso de la anterior. La reparación de las enormes perforaciones que los proyectiles artilleros habían causado en sus muros, se hicieron a base de verdugadas y guarniciones de ladrillo visto con entrepaños de mampostería al descubierto, prescindiendo del recubrimiento de las fachadas con el enfoscado de cemento encalado tan habitual en las actuaciones de Regiones Devastadas, respetando por tanto el aspecto estético propio del mudéjar castellano que había caracterizado a la iglesia roceña desde que fuera levantada en la primera mitad del siglo XVI.

También se restauró la gran armadura de madera, consistente en un recio artesonado mudéjar, sobre la que reposaba la cubierta, e interiormente se mantuvo la sobriedad de los grandes paños lisos y encalados, así como los arcos de medio punto sobre pilastras de piedra granítica que separaban las naves. Lo mismo puede decirse de la bóveda de crucería del ábside, con sus características nervaturas y florones de estilo gótico, y de la capilla lateral, que se rehicieron tal cual eran.

Los mayores cambios en el interior se produjeron en el coro, construyéndose uno nuevo con balaustrada tallada en madera al estilo castellano, y algunas pequeñas modificaciones en el presbiterio, sobre todo en la zona de la escalinata de subida al altar, donde también se colocaron unas rejas de forja nuevas. Respecto al retablo mayor, se restauraron los pocos elementos que habían sobrevivido a la destrucción, reemplazando los que se habían perdido por otros de nuevo diseño. Por último, y como curiosidad, señalar que, aunque la restauración de Regiones Devastadas mantuvo el viejo púlpito de hierro forjado que se encontraba anclado a cierta altura en uno de los muros del presbiterio, en algún momento posterior acabó siendo eliminado, seguramente, por haber dejado de usarse.

Exteriormente, parece que la nueva torre perdió algo de altura respecto a la original, pero esto se suplió, en parte, añadiendo sobre la cubierta un pináculo de pizarra con ciertos aires herrerianos, algo muy del gusto de Regiones Devastadas, rematado con bola y cruz. Quienes conocieron la iglesia antes de la guerra comentaban que la cruz de la anterior torre llevaba incorporada una veleta, y que en la fachada que daba a la calle Real había un gran reloj circular de esfera blanca con números en negro.

Por último, se eliminó la que había sido casa del cura, una edificación con patio, sin el menor interés histórico o arquitectónico, que estaba adosada a lo largo de toda la fachada oeste, afeando el conjunto y manteniendo condenada la que podría considerarse como la entrada de las ocasiones importantes, pues es la que da acceso directo a la nave central, con el altar y el retablo mayor al fondo. De esta manera, la iglesia recuperó sus tres accesos originales: el que hemos mencionado que daba paso a la nave central por debajo del coro, y los dos colocados en los laterales del edificio, uno de entrada a la nave del evangelio y el otro a la nave de la epístola, siendo este último, con su arco de granito tallado y el pórtico a tres aguas sobre columnas también de granito, donde se situaba la entrada principal.

En 1943 se daban por concluidos los trabajos de reconstrucción, y el 30 de marzo de ese mismo año, el ministro de la Gobernación, acompañado del director de Regiones Devastadas, hacía la entrega solemne del edifico al Obispado Madrid-Alcalá.

Las Rozas recuperaba así su iglesia parroquial, que si bien es cierto que en el proceso de restauración, inevitablemente, perdió algo de la personalidad física y estética que había ido adquiriendo a lo largo de los siglos, al menos mantuvo su apariencia arquitectónica original y buena parte de su esencia estilística, de manera que los vecinos pudieron seguir reconociendo en este emblemático edificio una seña de identidad del pueblo y un elemento de continuidad e identificación sentimental con su pasado. Algo poco o nada habitual en las posteriores actuaciones urbanísticas que se han desarrollado en Las Rozas desde entonces.

En la fotografía, tomada en 1942 desde la calle Iglesia de San Miguel, podemos ver los trabajos de restauración llevados a cabo por Regiones Devastadas.

Javier M. Calvo Martínez

(Procedencia de la fotografía histórica: archivo personal de J. M. Calvo)

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