martes, 18 de noviembre de 2025

LA VIEJA ESCUELA

 


La historia de este singular edificio de Las Rozas comienza en 1944, cuando el organismo Regiones Devastadas, bajo la dirección del arquitecto Fernando García Rozas, proyectó la construcción de una nueva escuela destinada a la educación de niñas. El lugar elegido para su ubicación fue en la base de la ladera oeste del cerro sobre el que se asienta la iglesia de San Miguel Arcángel, en el espacio que hoy en día delimitan la Avenida de la Constitución y la Avenida de la Iglesia.

Las obras se iniciaron en 1945 y se alargaron hasta 1950, dando como resultado un edificio austero y funcional, pero con cierto encanto.

Estaba compuesto por dos pabellones de planta rectangular, destinados a las aulas y otras dependencias auxiliares, articulados por un vestíbulo y distribuidor central de planta cuadrada. La fachada principal, muy sencilla, se abría hacia la intersección de las mencionadas calles. En la fachada posterior destacaba un espacioso pórtico de cuerpo cúbico formado por tres grandes arcos de medio punto con tejado a tres aguas.

El edificio, de una sola planta y cubierta de teja árabe, descansaba sobre zócalo de granito con encintado de ladrillo. Tenía fachadas enfoscadas, amplios ventanales y dos chimeneas, limitándose la decoración a unas sencillas jambas y dinteles de ladrillo visto en los accesos.

La escuela presidía una amplia parcela delimitada por una valla de celosía de ladrillo enfoscado, rematada por losas de granito y con puertas enrejadas, que se integraba perfectamente en el conjunto estético que conformaban la iglesia y los jardines aterrazados que la rodeaban, formados por muros de granito y largas escalinatas.

Como ya hemos indicado, inicialmente se destinó a escuela para niñas, terminando, ya en los años 80, como centro de educación preescolar, siendo necesario construir en la misma parcela un nuevo edificio de dos plantas y ladrillo visto para atender las necesidades de una población cada vez más numerosa.

Durante sus últimos años, la vieja escuela fue empleada para diferentes funciones municipales hasta que, a finales de los 90, con motivo de la construcción del parking de la Avenida de la Constitución, se procedió a su demolición, perdiéndose así otro peculiar edificio que, aunque humilde desde un punto de vista arquitectónico, tenía un destacado valor sentimental para muchos vecinos y vecinas de Las Rozas.

En la fotografía que encabeza esta entrada, realizada desde la torre de la iglesia un frío día de invierno (se aprecia una fina capa de nieve en algunos puntos), podemos ver el aspecto que ofrecía la escuela poco antes de su inauguración, con una serie de hoyos preparados para plantar árboles. Al fondo, a la derecha de la imagen, aparece parte del Barrio de Regiones, mientras que a la izquierda se ven algunas de las edificaciones pertenecientes a la comunidad religiosa Sagrada Familia.

Hoy en día, el sitio que ocupaba el conjunto escolar constituye un espacio abierto, pavimentado casi en su totalidad y poco ajardinado, en el que existe una pequeñísima zona infantil con un par de columpios en los que, cuando juegan los niños, parece activarse una tenue reminiscencia que podría evocar los tiempos en los que ese mismo lugar acogía los recreos de la vieja escuela.


Javier M. Calvo Martínez

viernes, 7 de noviembre de 2025

27-ABRIL-1964: EL PRÍNCIPE JUAN CARLOS VISITA LA ESTACIÓN DE LAS MATAS



A principios de los años 60, el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón completaba su formación militar y académica con viajes y visitas a diferentes puntos de España para conocer, de primera mano, aspectos relacionados con la industria, la economía, la sociedad o la cultura del país.

En 1964, aprovechando que la empresa Agroman estaba empleando una novedosa maquinaria para sustituir las antiguas traviesas de madera por otras de hormigón en la estación de Las Matas, se consideró oportuno organizar una visita guiada para que el joven príncipe conociese el proceso.

La fecha elegida fue el 27 de abril. Ese día, lluvioso y desapacible, un grupo de lujosos vehículos estacionaron en la carretera de La Coruña, junto a la estación de Las Matas. Juan Carlos de Borbón, acompañado de un nutrido séquito, entre los que se encontraba el todopoderoso empresario y financiero José María Aguirre González, presidente de Agroman, visitó los trabajos que la imponente maquinaria estaba realizando en las vías de la estación.

El evento fue cubierto por varios periodistas, entre los que se encontraba el fotógrafo Juan Miguel Pando Barrero (1915-1992) que realizó un amplio reportaje fotográfico, actualmente conservado en la Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España.

De todas estas instantáneas, hemos seleccionado las que nos han parecido más interesantes por apreciarse en ellas, si bien es cierto que en un segundo plano, edificios y detalles que nos muestran el aspecto que ofrecía Las Matas en aquellos primeros años 60. Incluso, es posible que, en alguna fotografía, alguien pueda reconocer a alguna de las personas que aparecen.




Al fondo, el antiguo edificio de la estación de Las Matas, demolido en los años 90.




Tras la maquinaria, se aprecia el edificio de la estación, con su característico rótulo de azulejos amarillos y letras azules.



El príncipe Juan Carlos junto a otros miembros de la comitiva. En segundo plano, posible personal ferroviario. Al fondo, las edificaciones de la estación de Las Matas.





Dos panorámica que permiten observar el conjunto de la estación, con la llegada de trenes, el anden que existía hacia el lado de Las Matas y, al fondo a la derecha, el aspecto que ofrecía el lugar que hoy en día ocupan el final de la calle Martín Irirarte, la Plaza del Ferrocarril y el comienzo de la Avenida de Los Peñascales.




Al fondo de la imagen, tras la maquinaria, aparece la Subestación Eléctrica y la iglesia del Barrio Ferroviario, ambos edificios se conservan en la actualidad.




Colocación de traviesas. Al fondo, un tren para en el anden que da a Las Matas.




Técnicos observando la maquinaria.







Varias fotografías con personal ferroviario y operarios de la empresa Agroman.





Algunos vecinos se acercan curiosos a la comitiva del príncipe Juan Carlos.




Al fondo, el final de la actual calle Martín Iriarte. Entre los edificios que se aprecian destaca el "Bar El Pilar".





El presidente de Agroman, José María Aguirre Gonzalo, conversa y da explicaciones al príncipe Juan Carlos.




El príncipe Juan Carlos de Borbón camina junto a sus acompañantes por un anden de la estación. Al fondo, la carretera de La Coruña.



Javier M. Calvo Martínez

jueves, 6 de noviembre de 2025

LA "QUEMA DEL JUDAS" DE MAJADAHONDA


Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


La “Quema del Judas” es una tradición que, con diferentes variantes, se celebra en muchos pueblos de España, normalmente, al final de la Semana Santa.

Aunque con claras reminiscencias paganas, esta celebración está íntimamente asociada a los autos religiosos y gira en torno a la figura de Judas Iscariote que, según los Evangelios, traicionó a Jesús a cambio de 30 monedas de plata en el jardín de Getsemaní, donde por medio de un beso identificó a su maestro para que pudiera ser detenido, comenzando así la pasión y muerte de Cristo.

Todo ello provocó que la cultura cristiana convirtiera a la figura de Judas en sinónimo de corrupción, engaño y vileza, lo que justificaría esta tradición popular en la que un muñeco o pelele, que representa al apóstol traidor, es quemado, apedreado, manteado y/o apaleado públicamente, simbolizando así el triunfo del bien sobre el mal y la derrota del pecado.

Desde el año 2013, el Domingo de Resurrección tiene lugar en Majadahonda una de estas quemas del Judas, recuperando una costumbre que hacía varias décadas que había dejado de celebrarse. En realidad, no parece que se tratase de un evento demasiado antiguo ni arraigado en el municipio. Con anterioridad a la Guerra Civil no encontramos ninguna referencia al mismo, y habrá que esperar hasta los años 50/60 para poder constatar su celebración, la cual se terminó perdiendo hacia finales de los 70, principios de los 80.

Sin embargo, Tomás Descalzo Aparicio, en su libro de memorias titulado “Historias de Majadahonda” (2005), nos presenta El Judas como “una tradición muy arraigada en Majadahonda” y nos describe detalladamente las características fundamentales de la misma:

“En Semana Santa se hacía un muñeco de trapo de grandes proporciones que representaba a todo lo malo que había ocurrido durante el año y al que se le llamaba “El Judas”. Durante algunos años su cara trataba de parecerse a la del alcalde de turno.

El día anterior a su ejecución lo pasaba el muñeco en el calabozo de Majadahonda y llegada la hora lo colocaban en la plaza de la Constitución sobre una pira de leña, bien sujeto para que permaneciera en pie el mayor tiempo posible. Se le prendía fuego y dos personas respetables del pueblo, con sendos palos largos, le daban una soberana paliza ante el alborozo de los vecinos que se habían concentrado a su alrededor. Después de la quema se lanzaba una colección de fuegos artificiales.”

Sin duda, el origen de la Quema del Judas en Majadahonda partió de la parroquia, ya que esta celebración se realizaba al final de la Procesión del Santo Encuentro, tradicional en muchos pueblos de España, pero que en Majadahonda también parece haber comenzado a celebrarse en aquellos años 50/60. Durante este acto solemne, que se realizaba el Domingo de Resurrección, dos procesiones salían de la iglesia de Santa Catalina en direcciones opuestas: una con la Virgen de la Alegría, cuyo rostro era cubierto con un velo, y otra con la imagen del Divino Niño, que representaría a Jesús resucitado. Al final de sus respectivos recorridos, ambas procesiones se encontraban frente a la iglesia, momento en el que el alcalde retiraba el velo del rostro de la virgen, procediéndose posteriormente a la quema del Judas.

Afortunadamente, contamos con una serie de magnificas fotografías realizadas en los años 60 por Antonio Alcoba López, en las que podemos ver cómo eran aquellas primeras Quemas del Judas en Majadahonda, confirmando muchos de los detalles que Tomás Descalzo Aparicio recogía en sus memorias.



Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


En esta primera fotografía se recoge el momento final de la Procesión del Santo Encuentro, en el que ambas imágenes se encuentran frente a frente.



Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


Esta instantánea, realizada desde la torre de la iglesia, nos ofrece una panorámica general del ambiente previo a la quema del Judas. Resulta especialmente interesante conocer el aspecto que en aquellos años 60 ofrecían la calle de la Iglesia y la Plaza de la Constitución, ambas sin pavimentar y donde, junto a edificaciones más antiguas, destacan algunas de las actuaciones realizadas por el organismo Regiones Devastadas al concluir la guerra, como una serie de viviendas y el grupo escolar que aparecen en la parte superior, a la derecha de la imagen. También, al fondo, podemos ver el antiguo cementerio junto al camino que conducía a Las Rozas.


Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


La presente fotografía, junto a la que encabeza esta entrada, nos permiten apreciar las características del muñeco que representaba al Judas, un pelele confeccionado con ropas viejas y trapos, relleno de paja y colocado en un poste. La figura era aderezada con cintas de petardos, cuyo encendido provocaba una atronadora sucesión de explosiones que anunciaban el inicio de la quema del muñeco.



Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


Magnífica instantánea que creemos recoge perfectamente el ambiente que creaba la Quema del Judas, en la que además podemos ver uno de los conjuntos de casas que sobrevivieron a las destrucciones de la Guerra Civil, en concreto, las que se situaban en la antigua calle Real, saliendo de la plaza por su lado este, hoy desaparecidas.



Fotografía realizada por Antonio Alcoba López, años 60 (Hemeroteca Municipal de Madrid)


Por último, y tal y como recogía Tomás Descalzo Aparicio en sus memorias:

"Se le prendía fuego y dos personas respetables del pueblo, con sendos palos largos, le daban una soberana paliza ante el alborozo de los vecinos que se habían concentrado a su alrededor."

En definitiva, un gran documento gráfico de Majadahonda y sus gentes en los años 60 del siglo pasado, que tenemos que agradecer al periodista y Doctor en Ciencias de la Comunicación Antonio Alcoba López, prestigioso profesional del fotoperiodismo nacido en 1935, así como a la Hemeroteca Municipal de Madrid, en cuyos archivos se conservan muchas de sus magníficas fotografías.


Javier M. Calvo Martínez

sábado, 27 de septiembre de 2025

SUPERVIVIENTES


 


Al finalizar la guerra, la mayoría de los edificios de Las Rozas estaban completamente destruidos o muy dañados. No obstante, entre el montón de ruinas general destacaban algunas construcciones que habían corrido mejor suerte, y sus desperfectos eran pocos o de menor entidad.

Los informes realizados por el organismo Regiones Devastadas, encargado de la reconstrucción del pueblo, contabilizaban 35 edificaciones ligeramente afectadas y 13 que podían considerarse en condiciones normales.

Aunque algunas de estas casas serían demolidas, ya que su ubicación y características suponían un impedimento para los proyectos de reconstrucción, otras se mantuvieron y fueron restauradas.

Algunas de ellas eran muy antiguas, viviendas rurales de aires manchegos construidas en tapial y adobes encalados. Otras eran más recientes, de tipo urbano, en las que se intercalaba el ladrillo visto con la mampostería, y los balcones con los balaustres de hierro forjado. Tampoco faltaban las villas y hotelitos, modelo de tipo unifamiliar, generalmente con parcela, que desde principios del siglo XX había ido proliferando en algunas zonas del pueblo como viviendas de recreo y descanso.

Muchas de estas casas se mantuvieron hasta hace relativamente poco tiempo, habiendo existido interesantes ejemplos en la calle Real, la Avenida de la Coruña, la Plaza de Madrid, el barrio de La Suiza o la zona de la estación. Pero a partir de la década de los 90 comenzó una progresiva destrucción que afectó a la mayoría de estas construcciones, así como a la práctica totalidad de las que habían sido levantadas por Regiones Devastadas, hasta no dejar apenas ningún vestigio del pasado urbano y arquitectónico de Las Rozas.

Por ello, resulta llamativo encontrar hoy en día una edificación que ya existiera antes de la guerra y, más aún, que haya mantenido su aspecto original prácticamente inalterado. Esto es lo que sucede con dos casitas que se sitúan en la Avenida de La Coruña, en la zona que antiguamente recibía el nombre de Barrio de Arriba, el cual se extendía longitudinalmente y en paralelo a la carretera nacional.

Se trata de viviendas de dos alturas, construidas con ladrillo y cemento, muros enfoscados y balcones y ventanas con rejados y barandillas de hierro forjado. Como podemos apreciar al comparar la fotografía reciente con la realizada al terminar la guerra, apenas han experimentado cambios estéticos, a excepción de la remodelación de la planta baja de una de ellas para convertirla en local comercial.

Por lo demás, resulta ilustrativo comprobar los daños que muestran las edificaciones colindantes, especialmente la que aparece a la derecha de la imagen, así como los impactos de fusilería que se aprecian en los muros y contraventanas. Otro detalle destacable en la fotografía antigua es la presencia, en primer plano, de una de las fuentes públicas de hierro fundido que habían sido instaladas en el pueblo en los años 20, las cuales suministraban agua procedente de los Pozos del Tomillarón y que, como podemos comprobar en la imagen, además de caño disponían de un pequeño pilón.

También es llamativo el recrecimiento que ha tenido el terreno en la zona por la que discurre la calzada para vehículos, que ha dejado a las casas a un nivel inferior.

Dos construcciones humildes, pero que tienen el valor de ser de las más antiguas de Las Rozas, resistentes y supervivientes al paso del tiempo, la guerra, la reconstrucción, las reformas y remodelaciones, las reorganizaciones urbanísticas y la especulación inmobiliaria… Al menos, de momento.


Javier M. Calvo Martínez

Fotografía antigua: Archivo personal de J. M. Calvo Martínez

Fotografía actual: J. M. Calvo Martínez

domingo, 14 de septiembre de 2025

LAS FIESTAS PATRONALES DE MAJADAHONDA HACE UN SIGLO

 



Hoy, 14 de septiembre, es el día grande de las fiestas patronales de Majadahonda, que se celebran en horno al Santísimo Cristo de los Remedio.

Parece que el origen de esta celebración en Majadahonda se situaría en el siglo XVIII, cuando se construyó al sur del pueblo, junto al camino que conducía a Pozuelo, una ermita en honor al Cristo del Humilladero, posteriormente denominado de los Remedios.

La devoción hacia este Jesús crucificado arraigó con fuerza entre los majariegos, creándose una cofradía encargada de velar por el culto y cuidado de la imagen y su ermita, así como de impulsar obras piadosas y celebrar diversos actos religiosos a lo largo del año.

De todos ellos, el más importante se hacía coincidir con el día de la Exaltación de la Cruz (14 de septiembre). Unos días antes de esta fecha, la imagen era conducida en procesión desde su ermita hasta la iglesia parroquial, donde se celebraban diversos servicios religiosos acompañados de festejos. Terminados los días de fiesta, la imagen volvía a ser llevada a su ermita.

Con el tiempo, el culto y la celebración del Cristo de los Remedios se institucionalizaron, convirtiéndose en las fiestas patronales de Majadahonda, que se han venido celebrando desde entonces al final del verano.

En esta fotografía, realizada en los años 20 del siglo pasado, aparece uno de los momentos más esperados de las fiestas en aquellos tiempos, la tarde de toros, que congregaba a todo el vecindario y atraía hasta Majadahonda a multitud de forasteros procedentes de los pueblos colindantes, e incluso, de la capital y de otras poblaciones aún más distantes.

El festejo taurino se celebraba en la plaza principal, situada frente a la iglesia parroquial de Santa Catalina, que desde finales del siglo XIX recibía el nombre oficial de Plaza de la Constitución. Este espacio, en el que se situaba también el ayuntamiento, constituía el centro neurálgico de las fiestas patronales, siendo también el lugar en el que se desarrollaban los bailes con orquesta, otro de los platos fuertes de las fiestas.

Como podemos ver en la fotografía, el recinto para la lidia se acotaba con carros, tablones y talanqueras, que eran ocupados masivamente por los asistentes para ver las faenas que realizaban modestos toreros y maletillas contratados por el Ayuntamiento. Además de la lidia, se soltaban toros y vaquillas para que los mozos se lucieran con carreras, recortes y pases improvisados, no faltando los sustos y sobresaltos que provocaban las caídas y revolcones ocasionados por las embestidas de los animales.

Uno de los elementos más celebrados era el denominado “carro de la risa”, consistente en un carro de dos ruedas que se dejaba en el centro de la plaza para que los mozos pudieran ponerse a salvo del toro. En función del número de personas que subían al carro, este se balanceaba de un lado a otro, basculando sobre su propio eje como si fuera un columpio, con el riesgo que suponía quedar del lado caído frente al astado, lo que generaba todo tipo de situaciones cómicas, no exentas de riesgo, que el público celebraba con risas y algarabía.

En la fotografía podemos apreciar también el aspecto que ofrecía hace un siglo la fachada norte de la iglesia de Santa Catalina Mártir, con el pórtico original que daba acceso al templo, sustituido durante los trabajos de reconstrucción desarrollados por el organismo Regiones Devastadas tras la guerra.


Ver también la entrada "Una mirada al pasado XII: Día de fiesta, Majadahonda años 20 del siglo pasado"


Javier M. Calvo Martínez

Fotografía: Archivo personal de J. M. Calvo Martínez

jueves, 11 de septiembre de 2025

LA CALLE ESCALERILLA ANTES DE LA CALLE ESCALERILLA, SU ORIGEN Y POSTERIOR MALTRATO ESTÉTICO

El lugar que posteriormente ocuparía la calle Escalerilla al finalizar la guerra. Obsérvese el estado en el que se encontraba la iglesia de San Miguel como consecuencia de los bombardeos (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Una de las calles más singulares del casco antiguo de Las Rozas es la calle Escalerilla, que asciende desde la calle Real hasta la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel por medio de una sucesión de escalinatas.

Aunque su diseño original ha sido muy alterado, conserva esa particularidad de constituir una calle escalonada, cuya perspectiva es cerrada por el campanario de la iglesia parroquial, que ocupa un lugar dominante al situarse en la cota más elevada.

Esta calle tiene su origen en las actuaciones de reconstrucción desarrolladas por el organismo Regiones Devastadas al finalizar la guerra. En concreto, en el proyecto presentado en 1941 por el arquitecto Fernando García Rozas, que daría como resultado la construcción de un conjunto de viviendas y dependencias parroquiales situadas entre la calle Real y la iglesia, con la mencionada calle Escalerilla como eje vertebrador. Para ello, y aprovechando las grandes destrucciones que la contienda había ocasionado, Regiones Devastadas decidió demoler una serie de edificios situados en la calle Real, sustituyéndolos por otros de nueva planta.

Estas edificaciones, de una y dos alturas, se proyectaron como viviendas para labradores, contando con tres o cuatro dormitorios, cocina, comedor, despensa, aseo y los anexos necesarios para las labores agropecuarias: cuadra, cobertizo, corral, granero y pajar. Las viviendas, agrupadas en dos manzanas situadas a ambos lados de la calle Escalerilla, se complementaban con el conjunto parroquial, situado algo más arriba, entre las calles Lonja y Cándido Vicente, formado inicialmente por dos casas para los párrocos, separadas por la propia calle Escalerilla, una de las cuales, años después, terminaría siendo remodelada para, además de vivienda, cumplir las funciones de despachos y salón de actos.


Vista de calle Escalerilla recién terminada, en la que puede apreciarse la unidad estética, arquitectónica y urbanística diseñada por Regiones Devastadas. Fotografía realizada desde el campanario de la iglesia de San Miguel (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Todos los edificios mantenían entre ellos una unidad estética, combinando los muros encalados en tono ocre, con el ladrillo visto en verdugadas, dinteles, jambas, esquinales y cornisas.

El conjunto constituía una interesante secuencia urbana que iba desde la calle Real, vía principal del pueblo, hasta lo alto del cerrillo sobre el que se asienta la iglesia parroquial, sin duda, el edificio más simbólico y emblemático del municipio, ajustándose por tanto a la topografía del terreno de manera que acababa creando un paisaje urbano armónico y equilibrado en sus líneas y alturas, con el templo siempre presidiendo la composición. Efecto que se reforzó, aún más, con la posterior construcción, a base de mampostería de granito, de unos jardines aterrazados en torno a la iglesia.

Hoy en día, la calle Escalerilla ha perdido su simetría y armonía estética iniciales. Las agresiones urbanísticas que ha sufrido en las últimas décadas han desbaratado su original diseño, con edificios de diferentes estilos y alturas, la descomposición de los jardines aterrazados proyectados por Regiones Devastadas y la destrucción del último tramo de escaleras, sustituido por una escalinata impostada y totalmente descabalada del orden general, que llega a hacer daño a la vista.


La calle Escalerilla en la actualidad. Obsérvese como se ha destruido la unidad estética y la secuencia urbana que tenía el proyecto original de Regiones Devastadas (Fotografía J. M. Calvo Martínez)  

Una pena, pero nada nuevo respecto al pésimo tratamiento que, en general, ha recibido el patrimonio arquitectónico en el casco histórico de Las Rozas, donde podría hacerse un decálogo de malas prácticas que sirviera como manual para que los estudiantes de arquitectura, ingeniería civil y urbanismo aprendieran a cómo no deberían hacerse las cosas.

Aunque, en realidad, no es un mal exclusivo de Las Rozas, sino que, lamentablemente, puede hacerse extensible al conjunto de los municipios del noroeste madrileño.


Javier M. Calvo Martínez

viernes, 1 de agosto de 2025

UNA MIRADA AL PASADO (XXII): Aquel extraño mural



Entre los muchos recuerdos que tengo de un pueblo de Las Rozas que ya no existe, hay uno que desde muy pequeño llamaba mi atención cada vez que pasaba por delante de ese lugar.

Se trata de un gran mural que había en la fachada de uno de los edificios de la Plaza Mayor que da a la Avenida de los Toreros. En concreto, en la fachada del antiguo cine, que luego y durante muchos años fue la tienda de marcos Araque, actualmente cerrada.

El mural, pintado a brocha y pincel con esmaltes de colores sobrios, ocupaba la práctica totalidad de la fachada y su temática y estilo eran totalmente surrealistas.

Después de tantos años me he olvidado de muchos de sus detalles, pero si recuerdo que representaba un gran arco de medio punto situado en la parte central, con otros dos más pequeños en los laterales. Había también varios faroles antiguos y una serie de figuras humanas de rostros extraños, incluso inquietante alguno de ellos. Si no me equivoco, uno de esos raros personajes tenía una gran bombilla por cabeza. Todo en un ambiente nocturno o, al menos, sombrío. Una mezcla de cosas un poco abigarrada, sin perspectiva ni orden lógico.

Contemplándolo a cierta distancia, la composición podía transmitir cierta idea de gran cara, pues las dos ventanas circulares que el muro tiene en su parte superior habían sido pintadas alrededor, simulando dos grandes ojos de los que brotaban algunas lágrimas.

El conjunto se remataba con las rejas de las ventanas inferiores, cuyos barrotes formaban una especie de red metálica con múltiples rombos, pintados en varios colores.

Recuerdo que el mural contenía algún tipo de cita o frase escrita. También es muy probable que estuviera firmado, e incluso, que figurase la fecha de su creación, pero son datos que tengo totalmente olvidados.

Yo diría que el mural debió realizarse en los años 70. Lo que es seguro es que se mantuvo hasta finales de los 80, si bien es cierto que cada vez más difuminado por el desgaste y el paso del tiempo.

En ocasiones he preguntado a amigos y conocidos si recuerdan este mural. Algunos no saben de qué les estoy hablando, pero con otros muchos, que eran niños o adolescentes en aquellos tiempos, es como si se les desbloquease un recuerdo que permanecía oculto en algún rincón de su memoria, y sonriendo confirman que sí, que recuerdan la extraña pintura. En cualquier caso, nadie ha sabido darme datos concretos sobre su origen, autor o motivos que llevaron a su realización.

Como digo, el mural desapareció hace muchas décadas. Yo diría que aguanto hasta 1989, o incluso, los primeros 90. La ampliación del ayuntamiento y la remodelación de toda la Plaza Mayor supusieron su definitiva eliminación. La parte delantera del conjunto arquitectónico que originariamente había sido un cine, continuó siendo la tienda de marcos Araque, mientras que la parte trasera, donde se situaba la sala de proyección, se transformó primeramente en la discoteca Quos (si no me equivoco, el primer local de estas características con el que contó Las Rozas), cuya existencia no fue muy larga, pues pronto acabó transformada en dependencias municipales, cumpliendo en la actualidad la función de Salón de Plenos.

Aunque me he esforzado por localizar fotografías de el mencionado mural, no he encontrado ninguna imagen en la que se aprecie bien el conjunto de la pintura. Hay muchas fotografías, especialmente realizadas durante las fiestas patronales, en las que se intuye su presencia en el fondo o en un segundo plano de las imágenes, pero apenas se ve nada.

Solo cuento con la fotografía que encabeza esta entrada, realizada a finales de los años 80. El hecho de que sea en blanco y negro y de mala calidad, impide apreciar los detalles. Además, está realizada en un momento en el que el mural estaba ya muy desgastado. Sin embargo, creo que sirve para situar exactamente dónde se encontraba y hacerse una idea de sus características.

Seguro que hay muchísima gente que también recuerda este mural, e incluso, es probable que pueda aportar más datos e información sobre este pequeño rincón que, durante bastante tiempo, presidió uno de los lugares de paso obligado del centro de Las Rozas, aportándole cierto estilo y originalidad.


Javier M. Calvo Martínez