sábado, 27 de septiembre de 2025

SUPERVIVIENTES


 


Al finalizar la guerra, la mayoría de los edificios de Las Rozas estaban completamente destruidos o muy dañados. No obstante, entre el montón de ruinas general destacaban algunas construcciones que habían corrido mejor suerte, y sus desperfectos eran pocos o de menor entidad.

Los informes realizados por el organismo Regiones Devastadas, encargado de la reconstrucción del pueblo, contabilizaban 35 edificaciones ligeramente afectadas y 13 que podían considerarse en condiciones normales.

Aunque algunas de estas casas serían demolidas, ya que su ubicación y características suponían un impedimento para los proyectos de reconstrucción, otras se mantuvieron y fueron restauradas.

Algunas de ellas eran muy antiguas, viviendas rurales de aires manchegos construidas en tapial y adobes encalados. Otras eran más recientes, de tipo urbano, en las que se intercalaba el ladrillo visto con la mampostería, y los balcones con los balaustres de hierro forjado. Tampoco faltaban las villas y hotelitos, modelo de tipo unifamiliar, generalmente con parcela, que desde principios del siglo XX había ido proliferando en algunas zonas del pueblo como viviendas de recreo y descanso.

Muchas de estas casas se mantuvieron hasta hace relativamente poco tiempo, habiendo existido interesantes ejemplos en la calle Real, la Avenida de la Coruña, la Plaza de Madrid, el barrio de La Suiza o la zona de la estación. Pero a partir de la década de los 90 comenzó una progresiva destrucción que afectó a la mayoría de estas construcciones, así como a la práctica totalidad de las que habían sido levantadas por Regiones Devastadas, hasta no dejar apenas ningún vestigio del pasado urbano y arquitectónico de Las Rozas.

Por ello, resulta llamativo encontrar hoy en día una edificación que ya existiera antes de la guerra y, más aún, que haya mantenido su aspecto original prácticamente inalterado. Esto es lo que sucede con dos casitas que se sitúan en la Avenida de La Coruña, en la zona que antiguamente recibía el nombre de Barrio de Arriba, el cual se extendía longitudinalmente y en paralelo a la carretera nacional.

Se trata de viviendas de dos alturas, construidas con ladrillo y cemento, muros enfoscados y balcones y ventanas con rejados y barandillas de hierro forjado. Como podemos apreciar al comparar la fotografía reciente con la realizada al terminar la guerra, apenas han experimentado cambios estéticos, a excepción de la remodelación de la planta baja de una de ellas para convertirla en local comercial.

Por lo demás, resulta ilustrativo comprobar los daños que muestran las edificaciones colindantes, especialmente la que aparece a la derecha de la imagen, así como los impactos de fusilería que se aprecian en los muros y contraventanas. Otro detalle destacable en la fotografía antigua es la presencia, en primer plano, de una de las fuentes públicas de hierro fundido que habían sido instaladas en el pueblo en los años 20, las cuales suministraban agua procedente de los Pozos del Tomillarón y que, como podemos comprobar en la imagen, además de caño disponían de un pequeño pilón.

También es llamativo el recrecimiento que ha tenido el terreno en la zona por la que discurre la calzada para vehículos, que ha dejado a las casas a un nivel inferior.

Dos construcciones humildes, pero que tienen el valor de ser de las más antiguas de Las Rozas, resistentes y supervivientes al paso del tiempo, la guerra, la reconstrucción, las reformas y remodelaciones, las reorganizaciones urbanísticas y la especulación inmobiliaria… Al menos, de momento.


Javier M. Calvo Martínez

Fotografía antigua: Archivo personal de J. M. Calvo Martínez

Fotografía actual: J. M. Calvo Martínez

domingo, 14 de septiembre de 2025

LAS FIESTAS PATRONALES DE MAJADAHONDA HACE UN SIGLO

 



Hoy, 14 de septiembre, es el día grande de las fiestas patronales de Majadahonda, que se celebran en horno al Santísimo Cristo de los Remedio.

Parece que el origen de esta celebración en Majadahonda se situaría en el siglo XVIII, cuando se construyó al sur del pueblo, junto al camino que conducía a Pozuelo, una ermita en honor al Cristo del Humilladero, posteriormente denominado de los Remedios.

La devoción hacia este Jesús crucificado arraigó con fuerza entre los majariegos, creándose una cofradía encargada de velar por el culto y cuidado de la imagen y su ermita, así como de impulsar obras piadosas y celebrar diversos actos religiosos a lo largo del año.

De todos ellos, el más importante se hacía coincidir con el día de la Exaltación de la Cruz (14 de septiembre). Unos días antes de esta fecha, la imagen era conducida en procesión desde su ermita hasta la iglesia parroquial, donde se celebraban diversos servicios religiosos acompañados de festejos. Terminados los días de fiesta, la imagen volvía a ser llevada a su ermita.

Con el tiempo, el culto y la celebración del Cristo de los Remedios se institucionalizaron, convirtiéndose en las fiestas patronales de Majadahonda, que se han venido celebrando desde entonces al final del verano.

En esta fotografía, realizada en los años 20 del siglo pasado, aparece uno de los momentos más esperados de las fiestas en aquellos tiempos, la tarde de toros, que congregaba a todo el vecindario y atraía hasta Majadahonda a multitud de forasteros procedentes de los pueblos colindantes, e incluso, de la capital y de otras poblaciones aún más distantes.

El festejo taurino se celebraba en la plaza principal, situada frente a la iglesia parroquial de Santa Catalina, que desde finales del siglo XIX recibía el nombre oficial de Plaza de la Constitución. Este espacio, en el que se situaba también el ayuntamiento, constituía el centro neurálgico de las fiestas patronales, siendo también el lugar en el que se desarrollaban los bailes con orquesta, otro de los platos fuertes de las fiestas.

Como podemos ver en la fotografía, el recinto para la lidia se acotaba con carros, tablones y talanqueras, que eran ocupados masivamente por los asistentes para ver las faenas que realizaban modestos toreros y maletillas contratados por el Ayuntamiento. Además de la lidia, se soltaban toros y vaquillas para que los mozos se lucieran con carreras, recortes y pases improvisados, no faltando los sustos y sobresaltos que provocaban las caídas y revolcones ocasionados por las embestidas de los animales.

Uno de los elementos más celebrados era el denominado “carro de la risa”, consistente en un carro de dos ruedas que se dejaba en el centro de la plaza para que los mozos pudieran ponerse a salvo del toro. En función del número de personas que subían al carro, este se balanceaba de un lado a otro, basculando sobre su propio eje como si fuera un columpio, con el riesgo que suponía quedar del lado caído frente al astado, lo que generaba todo tipo de situaciones cómicas, no exentas de riesgo, que el público celebraba con risas y algarabía.

En la fotografía podemos apreciar también el aspecto que ofrecía hace un siglo la fachada norte de la iglesia de Santa Catalina Mártir, con el pórtico original que daba acceso al templo, sustituido durante los trabajos de reconstrucción desarrollados por el organismo Regiones Devastadas tras la guerra.


Ver también la entrada "Una mirada al pasado XII: Día de fiesta, Majadahonda años 20 del siglo pasado"


Javier M. Calvo Martínez

Fotografía: Archivo personal de J. M. Calvo Martínez

jueves, 11 de septiembre de 2025

LA CALLE ESCALERILLA ANTES DE LA CALLE ESCALERILLA, SU ORIGEN Y POSTERIOR MALTRATO ESTÉTICO

El lugar que posteriormente ocuparía la calle Escalerilla al finalizar la guerra. Obsérvese el estado en el que se encontraba la iglesia de San Miguel como consecuencia de los bombardeos (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Una de las calles más singulares del casco antiguo de Las Rozas es la calle Escalerilla, que asciende desde la calle Real hasta la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel por medio de una sucesión de escalinatas.

Aunque su diseño original ha sido muy alterado, conserva esa particularidad de constituir una calle escalonada, cuya perspectiva es cerrada por el campanario de la iglesia parroquial, que ocupa un lugar dominante al situarse en la cota más elevada.

Esta calle tiene su origen en las actuaciones de reconstrucción desarrolladas por el organismo Regiones Devastadas al finalizar la guerra. En concreto, en el proyecto presentado en 1941 por el arquitecto Fernando García Rozas, que daría como resultado la construcción de un conjunto de viviendas y dependencias parroquiales situadas entre la calle Real y la iglesia, con la mencionada calle Escalerilla como eje vertebrador. Para ello, y aprovechando las grandes destrucciones que la contienda había ocasionado, Regiones Devastadas decidió demoler una serie de edificios situados en la calle Real, sustituyéndolos por otros de nueva planta.

Estas edificaciones, de una y dos alturas, se proyectaron como viviendas para labradores, contando con tres o cuatro dormitorios, cocina, comedor, despensa, aseo y los anexos necesarios para las labores agropecuarias: cuadra, cobertizo, corral, granero y pajar. Las viviendas, agrupadas en dos manzanas situadas a ambos lados de la calle Escalerilla, se complementaban con el conjunto parroquial, situado algo más arriba, entre las calles Lonja y Cándido Vicente, formado inicialmente por dos casas para los párrocos, separadas por la propia calle Escalerilla, una de las cuales, años después, terminaría siendo remodelada para, además de vivienda, cumplir las funciones de despachos y salón de actos.


Vista de calle Escalerilla recién terminada, en la que puede apreciarse la unidad estética, arquitectónica y urbanística diseñada por Regiones Devastadas. Fotografía realizada desde el campanario de la iglesia de San Miguel (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Todos los edificios mantenían entre ellos una unidad estética, combinando los muros encalados en tono ocre, con el ladrillo visto en verdugadas, dinteles, jambas, esquinales y cornisas.

El conjunto constituía una interesante secuencia urbana que iba desde la calle Real, vía principal del pueblo, hasta lo alto del cerrillo sobre el que se asienta la iglesia parroquial, sin duda, el edificio más simbólico y emblemático del municipio, ajustándose por tanto a la topografía del terreno de manera que acababa creando un paisaje urbano armónico y equilibrado en sus líneas y alturas, con el templo siempre presidiendo la composición. Efecto que se reforzó, aún más, con la posterior construcción, a base de mampostería de granito, de unos jardines aterrazados en torno a la iglesia.

Hoy en día, la calle Escalerilla ha perdido su simetría y armonía estética iniciales. Las agresiones urbanísticas que ha sufrido en las últimas décadas han desbaratado su original diseño, con edificios de diferentes estilos y alturas, la descomposición de los jardines aterrazados proyectados por Regiones Devastadas y la destrucción del último tramo de escaleras, sustituido por una escalinata impostada y totalmente descabalada del orden general, que llega a hacer daño a la vista.


La calle Escalerilla en la actualidad. Obsérvese como se ha destruido la unidad estética y la secuencia urbana que tenía el proyecto original de Regiones Devastadas (Fotografía J. M. Calvo Martínez)  

Una pena, pero nada nuevo respecto al pésimo tratamiento que, en general, ha recibido el patrimonio arquitectónico en el casco histórico de Las Rozas, donde podría hacerse un decálogo de malas prácticas que sirviera como manual para que los estudiantes de arquitectura, ingeniería civil y urbanismo aprendieran a cómo no deberían hacerse las cosas.

Aunque, en realidad, no es un mal exclusivo de Las Rozas, sino que, lamentablemente, puede hacerse extensible al conjunto de los municipios del noroeste madrileño.


Javier M. Calvo Martínez