jueves, 11 de septiembre de 2025

LA CALLE ESCALERILLA ANTES DE LA CALLE ESCALERILLA, SU ORIGEN Y POSTERIOR MALTRATO ESTÉTICO

El lugar que posteriormente ocuparía la calle Escalerilla al finalizar la guerra. Obsérvese el estado en el que se encontraba la iglesia de San Miguel como consecuencia de los bombardeos (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Una de las calles más singulares del casco antiguo de Las Rozas es la calle Escalerilla, que asciende desde la calle Real hasta la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel por medio de una sucesión de escalinatas.

Aunque su diseño original ha sido muy alterado, conserva esa particularidad de constituir una calle escalonada, cuya perspectiva es cerrada por el campanario de la iglesia parroquial, que ocupa un lugar dominante al situarse en la cota más elevada.

Esta calle tiene su origen en las actuaciones de reconstrucción desarrolladas por el organismo Regiones Devastadas al finalizar la guerra. En concreto, en el proyecto presentado en 1941 por el arquitecto Fernando García Rozas, que daría como resultado la construcción de un conjunto de viviendas y dependencias parroquiales situadas entre la calle Real y la iglesia, con la mencionada calle Escalerilla como eje vertebrador. Para ello, y aprovechando las grandes destrucciones que la contienda había ocasionado, Regiones Devastadas decidió demoler una serie de edificios situados en la calle Real, sustituyéndolos por otros de nueva planta.

Estas edificaciones, de una y dos alturas, se proyectaron como viviendas para labradores, contando con tres o cuatro dormitorios, cocina, comedor, despensa, aseo y los anexos necesarios para las labores agropecuarias: cuadra, cobertizo, corral, granero y pajar. Las viviendas, agrupadas en dos manzanas situadas a ambos lados de la calle Escalerilla, se complementaban con el conjunto parroquial, situado algo más arriba, entre las calles Lonja y Cándido Vicente, formado inicialmente por dos casas para los párrocos, separadas por la propia calle Escalerilla, una de las cuales, años después, terminaría siendo remodelada para, además de vivienda, cumplir las funciones de despachos y salón de actos.


Vista de calle Escalerilla recién terminada, en la que puede apreciarse la unidad estética, arquitectónica y urbanística diseñada por Regiones Devastadas. Fotografía realizada desde el campanario de la iglesia de San Miguel (Archivo personal de J. M. Calvo Martínez)


Todos los edificios mantenían entre ellos una unidad estética, combinando los muros encalados en tono ocre, con el ladrillo visto en verdugadas, dinteles, jambas, esquinales y cornisas.

El conjunto constituía una interesante secuencia urbana que iba desde la calle Real, vía principal del pueblo, hasta lo alto del cerrillo sobre el que se asienta la iglesia parroquial, sin duda, el edificio más simbólico y emblemático del municipio, ajustándose por tanto a la topografía del terreno de manera que acababa creando un paisaje urbano armónico y equilibrado en sus líneas y alturas, con el templo siempre presidiendo la composición. Efecto que se reforzó, aún más, con la posterior construcción, a base de mampostería de granito, de unos jardines aterrazados en torno a la iglesia.

Hoy en día, la calle Escalerilla ha perdido su simetría y armonía estética iniciales. Las agresiones urbanísticas que ha sufrido en las últimas décadas han desbaratado su original diseño, con edificios de diferentes estilos y alturas, la descomposición de los jardines aterrazados proyectados por Regiones Devastadas y la destrucción del último tramo de escaleras, sustituido por una escalinata impostada y totalmente descabalada del orden general, que llega a hacer daño a la vista.


La calle Escalerilla en la actualidad. Obsérvese como se ha destruido la unidad estética y la secuencia urbana que tenía el proyecto original de Regiones Devastadas (Fotografía J. M. Calvo Martínez)  

Una pena, pero nada nuevo respecto al pésimo tratamiento que, en general, ha recibido el patrimonio arquitectónico en el casco histórico de Las Rozas, donde podría hacerse un decálogo de malas prácticas que sirviera como manual para que los estudiantes de arquitectura, ingeniería civil y urbanismo aprendieran a cómo no deberían hacerse las cosas.

Aunque, en realidad, no es un mal exclusivo de Las Rozas, sino que, lamentablemente, puede hacerse extensible al conjunto de los municipios del noroeste madrileño.


Javier M. Calvo Martínez