En el municipio de Las Rozas,
el núcleo de población más antiguo del que se tiene constancia historiográfica no es el que hoy
en día ocupa el centro urbano, organizado en torno a la iglesia de San
Miguel, sino otro desaparecido hace siglos, que se situaba a unos siete
kilómetros de distancia del actual pueblo, en un paraje próximo al río
Guadarrama que recibe el nombre de Santa María del Retamar.
Aunque existen dudas sobre su
origen, este lugar aparece mencionado ya en documentos del siglo XIII, lo que,
como mínimo, lo situaría en el proceso de repoblación desarrollado tras la
conquista de las tierras madrileñas por parte del reino Castellano-Leones. En
realidad, Santa María del Retamar, que desde muy pronto quedó integrada en el Real de Manzanares, no pasaría de ser una pequeña aldea, y todo parece indicar que,
para el siglo XV, el asentamiento había sido ya abandonado, conservándose sólo
su ermita.
Según la tradición, la imagen
que se veneraba en esta ermita había aparecido entre unas retamas cerca de ese
lugar, de ahí su nombre de Santa María del Retamar, que popularmente acabaría
por ser conocida como la Virgen de la Retamosa.
Parece que ya desde el siglo
XV, para mantener la ermita y continuar con la veneración de esta imagen, se creó
una cofradía en la que, curiosamente, no solo participaban vecinos de Las
Rozas, sino también de Majadahonda y de Pozuelo. Entre los compromisos que
asumió dicha cofradía estuvo el de organizar anualmente una romería en honor a la Virgen, evento en
el que se implicaban y participaban vecinos de los tres pueblos. Sin embargo,
el entendimiento entre los cofrades no siempre fue bueno, siendo frecuentes las
disputas y pleitos entre los tres municipios respecto a los derechos de cada
uno y la forma en que debían hacerse las cosas, tal y como demuestran
documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII, que recogen diferentes denuncias y
contenciosos presentados ante el Arzobispado de Toledo por cofrades y
mayordomos por conflictos internos relacionados con Santa María del Retamar.
Fuera como fuese, el caso es
que parece que, para finales del siglo XVIII, ya solo los roceños seguían manteniendo la cofradía y continuaban con la tradición de organizar una romería,, terminando por convertir a la Virgen del Retamar, cuya ermita se
encontraba en su jurisdicción, en la patrona del pueblo.
Con altibajos, esta tradición
se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XIX, momento en que el avanzado
estado de ruina que ofrecía la ermita motivó el traslado de la imagen a la
iglesia del pueblo. Se perdió así la ermita y la romería, pero no la festividad
de la Virgen de la Retamosa, que siguió celebrándose los primeros días de mayo
con misa, procesión, baile y pólvora.
Una de estas procesiones es la
que aparece en la fotografía que encabeza el texto, fechada a principios de los
años 20 del siglo pasado. En ella, la comitiva ha parado un momento para que el
fotógrafo pueda realizar la instantánea. Los asistentes, vestidos con sus
mejores galas, miran a cámara, incluso el portaestandarte asoma la cabeza para
no dejar de salir retratado. Es un día de primavera en el que el sol aprieta,
motivo por el que abundan las sombrillas. El paso de la Virgen es llevado solo
por mujeres, mayoritarias en la procesión, todas ellas con velo negro en la cabeza.
Al fondo, una banda interpreta alguna marcha, mientras unos muchachos lanzan
cohetes desde el cerrillo que hay a la derecha de la imagen, que es en el que se
sitúa la iglesia de San Miguel, fuera de encuadre, pero cuyas campanas podemos
imaginar voltear al paso de la procesión.
La imagen de la Virgen que
aparece en esta fotografía resulta muy diferente en tamaño y estética a la que
se venera en la actualidad, la cual fue adquirida en los años 40 para sustituir
a la anterior, que se había perdido durante la guerra. Sin embargo, tampoco
parece que la de la fotografía se corresponda con la que debió ser la Virgen
del Retamar original, una talla que muy probablemente databa del siglo XII, la
cual debió de perderse también en algún momento de la historia, posiblemente,
durante la ocupación napoleónica, tal y como sugieren algunas referencias.
Pero, más allá de la imagen, lo que queda es la constatación de como la
veneración de esta Virgen por parte de los roceños se ha mantenido a lo largo
de los siglos.
La fotografía está realizada en
un punto que se corresponde con la actual Avda. de la Iglesia, poco antes de
llegar a su cruce con la C/Laguna. El mismo recorrido que, año tras año, sigue
realizando la procesión el día de la Retamosa.
Javier M. Calvo Martínez
(Procedencia de la fotografía
histórica: Pablo Gómez Bravo y Estudio Fotográfico López)